EL OTRO entrevistó a Flavio Palermo. Los domingos al mediodía el chef se encuentra con sus comensales que están en situación de calle en la plazoleta Pellegrini, para brindarles un plato de sopa caliente en un invierno crudo a la sombra del Estado.

Fotos: Coco Yañez

Flavio Palermo se considera “una persona bastante común”, chef de profesión, con complicaciones en su trabajo que tienen que ver con lo estacional y con la inestabilidad económica y financiera. A partir de su baja de “trabajo remunerado” se ha encargado de no aflojar, trabajando para otros que necesitan de su esfuerzo para poder comer.

Domingo a domingo, Flavio, junto a un grupo de personas, arma una gran sopa que suele incluir tortas, pan o facturas que la panadería La espiga mágica, de su amigo Matías, dona todas las semanas.

Reconoce que fue su hijo en un momento aciago el que le dijo que él “tenía que basar mi felicidad en el amor”. No lo entendió, en principio, pero cuando empezó a observar las acciones solidarias de Franccesco (tenía 5 años en ese momento), pudo comprenderlo.

¿Qué hacen en la plazoleta Pellegrini de Capital?

Cada domingo, desde hace dos años y medio, estamos en la plazoleta con desayuno cuando se puede y principalmente con una sopa. Jugo cuando hace calor.

A partir de llenarles la panza con una sopita, me di cuenta que acá en Mendoza hay mucha gente solidaria. Hay varios grupos como este que ayudan a las personas en situación de calle, así que comida no les falta, por suerte, y por el trabajo que hacemos no por el Estado. Nosotros aparecemos por ausencia del Estado.

Desde aquel comienzo de tu actividad solidaria en 2016 hasta ahora, ¿has notado algún cambio?

Sí, he notado un cambio para peor. En algún momento vamos a poder mostrar de qué se trata la ley de mendicidad que está impulsando el gobierno. Ya salió en la capital una norma que se asemeja pero no es tan cruel como lo que será la provincial.

¿Por qué peor? Unos chicos que vivían frente a mi edificio abrían puertas y lavaban autos para poder vivir y ya no lo pueden hacer. Acá en la esquina había un señor que hacía praliné al lado de la farmacia. Le hicieron cambiar el color de su puesto al de la farmacia, luego quisieron que tuviera forma de tranvía, y tiempo después la Municipalidad violentó la cerradura y se llevó todo lo que había adentro. Sé que lo único que tiene esta persona es un papel de la Municipalidad en el que le exigen que cambie de color el puesto.

Y el trabajo de ese hombre que hace praliné es la comida de la madre que es discapacitada. Y son algunos ejemplos que te estoy dando, nada más.

A una persona que es padre soltero, por abrir la puerta (de un taxi) le hicieron una multa de $1.250 desde la comuna de Capital.

¿Qué cambios en el contacto con las personas has notado?

No me interesa quién tiene casa y quién no. Ha aumentado la cantidad de personas que vienen de 15 o 20, 2 años atrás, a 60 o 70, ahora, y estimo que tiene que ver con los otros lugares en los que también brindan una comida el domingo al mediodía. No te sé decir si aumentaron las personas que tienen esta necesidad o si vienen más acá porque la sopa se ha hecho famosa… (ríe con cierta calidez).

Hay que hacer un cálculo básico entre los ingresos y el aumento del costo de los servicios, la baja de laburo, de las changas que ya no se pueden hacer, y sumale que los quieren invisibilizar…

¿Cómo te sostenés en este trabajo tan difícil?

Mirá, primero hay una palabra que es la que más me gusta en el diccionario que es “empatía”. Yo siempre intento ponerme en los zapatos del otro. Imaginarme en su situación, con nieve y tener que estar durmiendo en la calle.

Es una tarea solidaria que no tiene inscripción religiosa alguna…

Ninguna. De hecho la gente que me ayuda operativamente en la plaza (en Alem y San Juan), que es un grupo de diez personas que vienen cinco por domingo, cada una tiene su problemática, cada uno es radical o peronista o mormón, no hay requisito al respecto.

Mi grupo es sumamente ecléctico. Hay una persona que tiene epilepsia, otra que tiene inconvenientes con las adicciones y esto la ayuda.

Cuando somos tres, hay una persona que duerme en la pérgola de la plaza que nos ayuda a servir, también.

Además hay un grupo de 40 o 50 personas que me ayuda constantemente para comprar insumos. Hace un rato me llamó un amigo que estaba en el mayorista y me preguntaba qué me hacía falta. Le dije que necesito café, azúcar y leche que es lo que más falta hace siempre. Y también le conté que hay unas personas que han desalojado del puente que no quieren encender fuego para no llamar la atención y le pedí algunas latas de comida.

Cada tanto me llama alguno que sabe lo que hago y me ayuda.

¿Qué te gustaría que pase?

Si me preguntás cuál es mi sueño o por qué hago lo que hago, te digo que hacen falta tres albergues en el centro. Uno de hombres, otro de mujeres y otro de adolescentes, edificios hay pero no hay actitud por parte de la gente de Desarrollo Social porque creen que alcanza con el albergue que está en Dorrego, que está tercerizado, abarrotado de personas y con solo dos baños. Duermen en el piso algunas personas. Ahora no, pero en verano tienen problemas con los ácaros y las pulgas. No es digno.

Mi meta final es que la gente salga de la situación de calle. Para eso tienen que dormir en un lugar digno y contar con ropa limpia para poder buscar trabajo.

Respecto de la ropa elaboramos hace tiempo una red de lavanderías que nos dan una mano para que las personas que están en la calle puedan tener su ropa limpia. La idea es que las personas que quieran ayudar pueden hacer su donación en las lavanderías que están en Catamarca al 285 y al 112, Patricias Mendocinas al 1159, y 9 de julio al 983 de Capital. Las lavanderías anotan esa donación y les lavan la ropa a las personas que lo necesitan luego.

Por otra parte, esta tarde me junto a grabar un spot para apoyar la idea y buscar la financiación del armado de cooperativas de trabajo para estas personas.

Flavio en plena tarea solidaria.

¿Qué necesitan las personas en situación de calle?

Primero, que las escuchen con respeto. Que no las discriminen. Que les den un abrazo.

Cuando somos varios y puedo dejar de servir, trato de charlar, de escuchar chistes, bailar…

A raíz de esto empiezo a conocer que la problemática familiar o un hecho shockeante desencadenan crisis que pueden terminar en vivir en la calle. Y nadie está exento de llegar a vivir en la calle. Ni vos que sos periodista ni yo que soy chef, y tenemos un oficio, estamos exentos de llegar a vivir en la calle.

No es gente vaga que no quiere laburar. Que puede haber alguno, puede ser, pero esa idea no es más que nada un prejuicio de la gente.

 

Quien desee colaborar con esta labor solidaria, aportando dinero, comida o ropa, puede contactarse con Flavio al 2615092429.