EL OTRO dialogó con Tania Casciani y Ariel Blasco, integrantes del equipo de trabajo que pone en escena la obra “Reflejos”, en la Sala Buffet del Teatro Independencia, este martes a las 22.

Fotos: Seba Heras

Tania es actriz y tiene 32 años, 3 menos que Ariel, el director de esta obra. Son parte de una camada de artistas que rompen con algunas estructuras del mundo del teatro. EL OTRO los entrevistó porque, junto a un nutrido equipo, están cumpliendo con la quinta temporada de “Reflejos”, obra escrita por Matías Feldman y producida por Marcelo Ríos.

El grupo se completa con las actuaciones de Eliana Borbalás, Manuel García Migani, Diego Quiroga y Alejandra Trigueros, la música de Leandro Hof, el diseño gráfico de estudio Coso y sonoro de Fernando Veloso, y la comunicación de Mariela Encina.

Narran una historia en la que una muerte abre posibilidades y juicios de valor entre personajes que deben decidir qué hacer en torno a dilemas que marcarán sus destinos.

Su director asume la hechura de “algo así como una gran escena que empieza y termina con la obra”. Con una apuesta estética práctica y certera, hace que la experiencia sea muy placentera.

Mañana fresca. Exterior. Ni nublado ni con sol. Mesa de café agradable. Buena predisposición de Ariel y Tania.

¿Es común 5 temporadas de la misma obra en la provincia?

Ariel: Cuando éramos purretes era algo fuera de lo común. No tanto ahora.

Tania: Un promedio de dos años o dos años y medio…

Ariel: Da la impresión de que hay más gente viendo teatro y que se va profesionalizando un poco la cosa también.

Tania: Parece haber una conciencia de lo que significa mantener una obra en cartel. Es verdad que está el subsidio del Instituto Nacional del Teatro pero creo que esa conciencia viene de darse cuenta de que la obra es un capital de alguna manera y que sostenerlo en el tiempo es trabajar. Me parece que las dos cosas sucedieron en simultáneo y el resultado es poder sostener un espectáculo en cartel por varios años.

Ariel: Una vez que la obra está andando lo que queda es justo lo más lindo, que es hacer funciones, confrontarla con el público, y todo eso que pasa una vez que mostrás el producto.

Hay algo que pasa alrededor de seguir reencontrándote con la obra y no quedarse en modo “repeat”. Cuenta Tania que cuando empezó la obra era más chica que su personaje y ahora tiene un par de años más: ¿Cómo cambió ella y cómo cambió el personaje? Me parece que está bueno seguir planteándose este desafío y seguir laburando y encontrándole cosas.

Tania: Hay algo que tiene que ver con esa otra parte del proceso creativo ideal que se planteó al inicio del proyecto, que nunca dejó de moverse y empieza a profundizarse y a tomar caminos diversos. Te das cuenta que es un proceso inagotable y, a nosotros particularmente, nos gusta seguir en este trabajo, si no, ya hubiésemos dejado de hacerla.

¿Cómo llevan la complejidad de un grupo que se mantiene unido durante este tiempo?

Ariel: Lo que pasa puntualmente con este espectáculo es que, como nosotros no somos un elenco conformado como tal, a la hora en que decidí llevar adelante la obra fui buscando las personas que yo creí mejor para esos personajes, y hay ciertas cosas que para mí fueron importantes en esa elección. Yo necesitaba que el personaje de Francisco y Florencia ya tuvieran algo previo a la obra, una amistad, una relación anterior porque en la obra son expareja, entonces busqué a Eliana que no había trabajado con nosotros pero sí con Manuel.

Si cualquiera de los chicos dejara de hacer la obra empezaría a ser algo extraño porque cambiaría la obra. Y es un poco lo que decía la Tania: nosotros la disfrutamos con todo lo que hay que hacer para llevarla a cabo, armar y desarmar esa sala, nosotros armamos las tarimas y traemos las sillas del palco todos los martes y, a pesar de todo ese esfuerzo, nosotros la disfrutamos.

Tania: Hay algo de grupo que venía previo a pensar la obra que tiene que ver con que nos conocemos y nos queremos y nos admiramos mucho. Esto se ha enriquecido con el trabajo y los viajes, y en el plano personal se ha ido retroalimentando. La idea es que los martes nos juntamos los amigos a hacer una obra que nos encanta y que vamos a seguir haciendo porque le seguimos encontrando cosas para trabajar.

Ariel: Y la gente sigue respondiendo…

Tania: Claro. Y la gente sigue yendo.

¿Qué les deja a ustedes desde lo personal esta obra?

Ariel: Eso me parece que ha ido cambiando con el tiempo. Cuando la empezamos a ensayar yo estaba muy enojado con muchas cosas. Hoy no soy esa persona, pero en ese momento había algo del odio del personaje de ella que me pegaba y me sentía muy reconocido desde ahí. Momento extraño y, quizá, triste. Hoy me encanta el juego moral que plantea la obra y el vaivén de que no hay bien-mal pero sí puntos de vista. Me parece mucho más interesante porque desde ahí podés analizar cualquier tema. Además el hecho de que no hay respuestas también me gusta mucho.

Tania: En mi caso, me atrajo mucho esta idea de hacer un personaje que es una villana, entre comillas, porque no creo que Morgan sea una villana, pero sí como la mala de la película. Nunca me había tocado esta posibilidad como actriz y en ese momento me generaba una sensación de liberación poder decir todo eso que el personaje dice. Cuando lo empezás a escuchar, es una lógica con la que es fácil identificarse.

El personaje de Morgan tiene mucho en el decir porque la mayor parte de sus participaciones son monólogos en voz alta y en solitario y, también, su hacer pasa por su decir y lo que le genera a los demás. Para mí era muy liberador jugar a eso en su momento y, con el proceso de la obra y el proceso personal en marcha, Morgan empezó a colarse un poco en la vida personal, por suerte. En ese sentido fue un diálogo entre la ficción y la realidad muy positivo.

Desde lo actoral fue muy atractivo encarar una obra con un monólogo personal de diez minutos al inicio. Al principio pensé que era imposible que no se durmiera la gente y fue un desafío técnico importante.

De todas maneras se ha ido moviendo la obra y a veces se nota el movimiento y otras es sutil, pero a mí me genera mucho trabajo. Nunca he sentido que pueda hacerlo de taquito. Siempre he tenido que estar al cien y es muy buen entrenamiento para no actuar en piloto automático porque no se puede.

Mediodía. Misma mesa de café. Menos sol. La charla se extiende más de lo que la entrevista requiere pero no parecen haber sido 50 minutos trabajosos para quienes explican y quienes preguntan. Con algunos pendientes por transcribir para nuestras lectoras y lectores solo resta recomendar la experiencia de vivenciar “Reflejos” en la Sala Buffet del Teatro Independencia. Vale resaltar, también, la conveniencia de reservar entradas en la página www.reflejosteatro.com.ar, ya que las localidades son acotadas.