OPINIÓN | Por Juan Pablo Barrera, licenciado en Comunicación Social.

Foto de archivo: Seba Heras

Los ricos de este país, los que toda la vida lo fueron, los hijos de los ricos de este país, a los que se le abrieron y seguirán abriendo puertas. Necesitan justificar la suerte desde donde les tocó partir en esta vida como algo no fortuito sino como algo que se ganaron.

Te imponen esta idea y entonces:

Hablan de meritocracia la mayoría de los políticos que hace años son los mismos y que se aferran a cargos y jubilaciones de privilegio, los funcionarios elegidos a dedo, también los empleados del Estado, el empleado público, el municipal, todos ellos que tienen un trabajo al cual accedieron sin ningún concurso previo. Hablan de meritocracia los recibidos en universidades públicas o privadas que no tuvieron que trabajar para poder completar sus estudios. Se creen, están convencidos o los convencieron que hicieron más mérito que cualquier otro que en realidad no tuvo las mismas posibilidades.

Foto de archivo: Seba Heras

Cada uno puede creer lo que quiera, pero interpretar al mérito solo como producto de un esfuerzo individual sin tener en cuenta el contexto es, por lo menos, sesgado por la intención de no querer ver más allá. Hablan de meritocracia empleados de grandes empresas que son subsidiadas por el Estado, o a las cuales se les perdonan deudas, pero que dicen que los empleados públicos son parásitos. Repasen los subsidios que les da y ha dado el Estado a las empresas de este país.

Hablan de meritocracia los que accedieron a una vivienda o se la construyeron con un plan nacional o provincial, gracias a los sueldos que ganan como empleados, ya sea del Estado o de la empresa a la cual el Estado subsidia.

Foto de archivo: Seba Heras

Hablan los medios de los méritos, hablan periodistas de meritocracia y esfuerzo mientras pululan por oficinas del Estado en busca de pauta.

Sin dudas habrá mérito en el esfuerzo de cada uno en aprovechar el lugar desde el que le tocó arrancar, nadie quiere sacarle valor al esfuerzo de los padres de nadie, ni el que cada uno ha hecho, no quiero de ninguna manera hacer eso, como siento que se hace cada vez que alguien pondera el mérito. Mi propia historia está llena de agradecimiento al esfuerzo de otros, pero también me acuerdo que en el 94 a mi viejo lo echaron de YPF y no puedo pensar, bajo la idea de meritocracia, que mi viejo se esforzó menos que los que quedaron. Pero cada vez que hablan de meritocracia, que se enojan por los planes que otros con menos suerte reciben, un poco desvalorizan a personas que probablemente se esfuercen todos los días más que uno y no pueden porque arrancaron de un poco más atrás y algunos muy atrás.

Foto de archivo: Seba Heras

El mérito en un contexto general no es un valor, en el contexto particular puede serlo, pero querer evaluar el funcionamiento de toda una sociedad de acuerdo a los méritos individuales no me parece que ayude mucho a la empatía que se necesita para salir adelante en un país que hoy tiene más de 16 millones de pobres, que estoy seguro que el concepto de meritocracia lo único que hace es (otra vez) hacerle creer al que no es pobre que es gracias a su esfuerzo, y al que es pobre es porque no se esforzó demasiado. Deberíamos mirar un poco más allá de esta idea individualista del capitalismo que excluye por desmérito inexistente.

Nota: Nada de lo que cada uno haga en su esfuerzo por tener una vida mejor está mal, la idea no es condenar el esfuerzo de NADIE, sino evitar ser sommeliers de méritos y dejar de hablar de meritocracia.

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