Hoy: Sancho y la supuesta causa primera

Por Manuel García
Foto: Ser Shanti

 

“Y más allá, solo me queda un segundo más.
Este cadalso temporal no es mío, no es para mí”
Luis Alberto Spinetta

 

Sancho ha demostrado cierto malestar en su pata trasera izquierda desde hace unos días, así es que decido llevarlo al médico veterinario para que lo saque del mal trance. De movida nomás, el perro se niega a subir al coche debido a que mi carnet de conductor se encuentra vencido. Es un moralista incurable, pero en el acto mismo de darle arranque al automóvil le demuestro de manera empírica que sí es posible que lleve adelante la máquina, y nos vamos. Está nervioso pero lo calmo con un caramelo de uva que es uno de sus preferidos. Los perros no deben comer dulces. Enciendo la radio, y los primeros versos de una canción terminan por desquiciarlo. Aia ia io pague io / Aia ia io pagué. Es una banda de rock argentino que lleva el nombre de un ectoparásito de aves y mamíferos y eso lo irrita sobremanera. Poco puedo hacer. Solamente atino a apagar el estéreo. Continuamos en silencio. Cuando me detengo en un semáforo le pregunto a qué le tiene miedo. El animal me responde escuetamente que a la muerte. ¿Qué nos pasa cuando nos morimos, hay Dios, hay infierno, vivimos otra vez?, me inquiere babeando el asiento trasero. Mirá, le respondo, cada efecto tiene una causa, el Universo existe, por lo tanto posee una causa, de lo que se deduce que ese principio es anterior. A ese origen por lo común se lo denomina Dios, y si el hombre tiene una idea del creador, éste debe existir formalmente. Mientras pienso de dónde he sacado esas palabras me interrumpe un bocinazo perturbador de un ómnibus. Entretanto me indaga Sancho rascándose una oreja y dejando al chofer de colectivo que siga con lo suyo: ¿pero cómo es posible que exista la libertad humana, si todo está sometido a una inexorable regulación permanente? En ese momento caigo en la cuenta que el canino ha estado leyendo a Baruch Spinoza, que es uno de los autores más bajos de la biblioteca, y a los que tiene libre acceso durante las noches. ¿Quién te ha dado tanta autoridad para así hablar del Homo Sapiens?, le apunto con toda la ironía posible mirándolo por el espejo retrovisor. Justamente ahí está la cosa, me responde, la libertad humana aparece cuando el ser humano acepta que todo está determinado; la libertad no depende de la voluntad sino del entendimiento; el hombre se libera por medio del conocimiento intelectual. Un rojo semáforo hace detenerme abruptamente, y Sancho se golpea contra la ventanilla, me observa con cara de enojado y además me muestra los dientes. Ahora soy yo el que se pone nervioso. Ingresamos a la clínica veterinaria mientras le sigo impartiendo mis puntos de vista acerca de la supuesta causa primera. Me hace callar y me dice que mejor hablemos al salir, que los hospitales lo alteran y que además estoy dando una mala imagen a la gente y a los animales, hablando solo y moviendo las manos enérgicamente. En conclusión todo resultó ser una tontería, Sancho no estaba enfermo, solamente tenía una microscópica pulga en su pata que lo hacía sentirse mal. Al momento de pagar comencé a sentir acidez, pero una mirada del canino me pacificó casi al instante. Subiendo al auto me dice que el pecado no puede ser concebido en un estado natural, sino solo en un estado civil, donde es decretado por común consentimiento qué es lo bueno y qué es lo malo, y por ello la causa que hace surgir, que conserva y que fomenta la superstición es, pues, el miedo, y el que se arrepiente de lo que ha hecho es doblemente miserable. De regreso a casa, mi mujer ha colocado música a alto volumen y nuestro hijo baila contentísimo al son de una canción que en su estribillo dice: Aia ia io pague io / Aia ia io pagué. El can me mira entrecerrando sus ojos y se dirige directamente al patio. Alcanzo a gritarle que no se fustigue tanto, que todos los perros van al cielo, que no sea tan racionalista, pero no me escucha. Es posible que esta noche Sancho entienda la muerte de Dios si se da cuenta de los libros de Friedrich Nietzsche que he dejado sobre el suelo: Así hablaba Zaratustra y La Gaya Ciencia. Gay, gayo, alegre, jovial. Pero ese juego de palabras en dos idiomas no pienso explicárselo hasta dentro de un tiempo. Entretanto el Universo sigue expandiéndose, y los planetas siguen girando como locos en su rutina caracol, engrilletados a un eje.

 

+Sancho y todo lo demás