Hoy: Sancho ante las paradojas

Por Manuel García
Foto: Ser Shanti

 

“El cobrador se ha llevado todo mi dinero y me ha dejado en mi majestuosa casa holgazaneando en una tarde soleada. Salvame de este aprieto, tengo a una gorda e inmensa madre tratando de quebrarme. Ahora estoy aquí, bebiendo mi cerveza helada. Ayudame a zarpar, o dame dos buenas razones por las que debería quedarme. Y me encanta vivir tan placenteramente, vivir esta vida de lujo, holgazaneando en una tarde soleada de verano”.

The Kinks

 

Hace rato venimos discutiendo con Sancho una serie de enunciados disparatados que nada tienen que ver con la forma estructurada de un pensamiento serio y fundamentado, y eso nos divierte, porque las estructuras son modelos mentales de la realidad, entonces es gracioso ver todo ese andamiaje en nuestras emisiones que nos permite de alguna manera escondernos de la realidad al menos por un tiempo para no dar crédito alguno a esa representación de la intelectualidad, que siempre es un poco más idiota que inocente. El canino sostiene mediante argumentos poco convincentes que las subjetividades son el blanco a vigilar y controlar, que son la arena política donde se libra la guerra entre los que dictan y los que obedecen. En cambio yo asevero, a través de argumentos simétricamente poco concluyentes para el animal, que los cuerpos son el terreno de la batalla en disputa y que por lo tanto la lucha se da en torno a todo lo que absorbe ese organismo limitado a vender y comprar. No existen grandes contradicciones entre las explicaciones, y lo que finalmente pretendemos con el canino es delirar, apartarnos del surco que ha hecho el arado. Los cuerpos solo interesan para pasar la tarjeta ante cada compra que se hace guiada por las subjetividades impuestas, apunta Sancho, como dándome a entender que sus manifestaciones son valederas. Caemos así, casi sin darnos cuenta, en el azaroso juego de las paradojas, en ese momento lógicamente contradictorio que va a contramano del sentido común, en el que la pelota de tenis que golpea contra la red puede caer de un lado o de otro. Negar y al mismo tiempo afirmar en una misma alocución es parte del ejercicio diario en el que citamos indiscriminadamente, por ello el animal quiere hablar sobre las paradojas. Enciendo un cigarrillo y en mi carácter jerárquico de racionalidad superior ubico al canino en las antípodas. Ahí tenemos la primera paradoja, le digo a Sancho intentando ser didáctico con el ejemplo, la dicotomía entre civilización y barbarie, ya que en nombre de la primera se pueden cometer las peores crueldades hacia el subalterno cuya voz es silenciada, de esa manera los roles se entremezclan y la incongruencia aflora. Son muchas las paradojas que nos rodean, le digo, como la de la escuela, donde transitamos un segmento de tiempo obligatorio con el fin de aprender a leer y escribir para luego no leer ni escribir. El canino me observa por unos segundos, sin entender mucho, ya que jamás ha pisado una institución educativa, y lo más cercano que ha llegado es a la puerta de la guardería a la que asiste mi hijo. En la paradoja de enamorarnos, le comento encendiendo otro cigarrillo, buscamos ciegamente el reencuentro con todas o algunas de las personas que quisimos en mayor o menor medida cuando éramos pequeños, y por otro lado, buscamos en la persona amada de nuestro presente que corrija todos los errores que cometieron con nosotros esas personas que amamos durante nuestra niñez, por eso en este contrasentido reside el intento de volver al pasado y a la vez remediarlo. En la eutanasia, mi querida bestia fiel, le indico, el cuerpo asiste a esa ampliación del campo de batalla de la que ya hemos hablado, porque resulta enormemente paradójico que seres irracionales, que no tienen derechos debido a que no hablan ni votan en elecciones libres, tengan acceso a la misma. Sancho me mira desde un páramo deshabitado de derechos. Los animales no tienen derechos, le repito, e inmediatamente le pregunto por qué él piensa que es más importante que esa vaca descuartizada que se come a la parrilla o aquel pescado al horno de los días viernes. Entonces si nuestras existencias están signadas por las paradojas, me contesta Sancho, si no pienso entonces no existo dentro de esta ley de la jungla. Por su puesto, le explico, intentar establecer una evolución entre sociedades primitivas y modernas es una paradoja en sí, porque ambas utilizan el pensamiento mágico y científico a la vez. De hecho el totemismo sigue vigente, mirá el logo de mis zapatillas, le contesto, y continúo diciéndole que los grupos sociales antiguos se asociaban en forma simbólica con una figura animal, en cambio ahora, la publicidad y la propaganda de astucia se encargan de eso. Resolver las paradojas a través de los mitos puede ser una salida, le comento sonriendo. Sancho mueve el rabo. La risa enmarcada en una fotografía, es una de las paradojas que más me gusta, le digo, porque no es otra cosa que un instante fugaz registrado mediante un click en un momento preciso, y todos sabemos que no se puede vivir puramente de risas durante las veinticuatro horas, sería peligrosísimo, nos dirigiríamos directamente hacia el infarto. Lo tragicómico es altamente paradójico, le señalo mientras preparo café, podemos definir a la comedia como el transcurrir de esa tragedia que espera la suma prudencial de cierto espacio cronológico para poder reírse de la desgracia que ya fue. Por unos instantes Sancho desaparece de mi espectro, y cuando salgo al patio lo veo jugando con mi hijo, los dos dan vueltas alrededor de una montaña de juguetes, a veces se muerden entre ellos, a veces se persiguen ¿Desde cuándo les viene a estos seres esa devoción hacia los bípedos? ¿Cómo deben ser las enmarañadas vidas de todos estos animales domesticados coexistiendo en la intrincada maquinaria humana? Queridos y detestados tan tontamente, estos descendientes de feroces fieras encontraron refugio propicio en las comunidades humanas, acompañando el proceso de civilización y barbarie. Pienso en una paradoja de la vida que es la de ese contrato que firmamos sin leer la letra chica. Por eso mañana por la mañana, cuando el aroma del café recién preparado se funda con el humo del tabaco, mi mente, que conoce mis debilidades porque a la vez es quien las crea, va a borrar la letra chica, para renovar así el contrato cotidiano de la letra chica que será borrada al día siguiente.

 

+Sancho y todo lo demás