Hoy: Sancho y las cosas que me gustan

Por Manuel García
Foto: Ser Shanti

Sancho me pregunta casi tímidamente cuáles son las cosas que me gustan, claro es para que luego de mi soporífero monólogo yo le pregunte a él cuáles son las cosas que le gustan y de esa manera el animal se deleite en su correlato y por osmosis, yo también. Enciendo un cigarrillo y con cierta parsimonia comienzo a enumerar las cosas que me gustan. Ser hijo de la clase media y poseer capital cultural y social, tener gustos sumamente burgueses y mofarme de ello, jugar todo el tiempo posible con mi hijo, la buena literatura y la mala literatura, escuchar música mientras duermo para acompañar los sueños y ahuyentar las pesadillas, dormir alguna siesta con mi hijo, la música, la música clásica (como pretendida erudición), el tango (como una vieja reminiscencia de angustias pasadas y amores perdidos), el jazz (para disolver completamente mi ego), el rock (como una sana costumbre desde la tierna adolescencia), mi mujer, dormir con mi mujer y oír el ritmo acompasado de su respiración, la belleza inconmensurable de mi mujer, algunas veces el arco iris, la lluvia desde la ventana del comedor cuando todos estamos bajo el mismo techo, la lluvia mientras corro riendo a carcajadas por las calles del centro esquivando charcos, ganar dinero y gastar dinero, acudir a eventos culturales y fingir que soy culto, dormir mucho, dormir poco, dormir una siesta calurosa en el suelo pensando que afuera nieva, los amigos, los encuentros con amigos y alcohol y filosofía barata hasta el amanecer, el sentimiento puro de amistad, algunas drogas legales, algunas drogas ilegales, tener la capacidad metodológica y racional para poder reparar algún artefacto hogareño, tirar a la basura algún artefacto hogareño que no he podido reparar, las vacaciones en el agua y bajo el sol fuera de casa, las vacaciones en casa, los días feriados y no tener que ir a trabajar, el cine en general y llorar con alguna película para ocultar mis lágrimas bajo la manga, leer y escribir y hacer el amor en cualquier momento del día y en cualquier lugar, la noche, por sobre todo la noche con su luna infinita y estática, fumar, fumar sin parar como Serge Gainsbourg, despertar a mi hijo y mostrarle mi mejor sonrisa, dejar hacer, dejar pasar, sacar a pasear a Sancho, hablar con Sancho, vivir con Sancho. Eso último entiendo lo enorgullece, y él me dice que lo que más le gusta es leer y charlar conmigo, cosa que me enorgullece a mí también y de esa manera los dos ya estamos a mano, entonces no tengo más que sacar su collar y su correa del perchero, hacer ruido con las llaves de la puerta de calle, y decirle la mágica frase: vamos muchacho, para que él mueva de un lado a otro su rabo cercenado y salgamos a caminar por el pasto público de Godoy Cruz, él oliendo y meando y cagando y ladrando por doquier, y yo fumando casi extasiado al aire libre, pensando que mañana será otro día y que siempre mañana es mejor. Todo ese paisaje en apariencia monótono creo que me calma y me prepara para la eternidad que debe de ser así de monótona.

 

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