Juan tiene 33 años. Trabajó en el Estado provincial hasta que lo jubilaron por enfermedades inmunológicas. Ha pasado por quimioterapia, radioterapia, lo operaron de peritonitis, tiene hipotiroidismo, quistes varios, también padeció  depresión. En diálogo con EL OTRO, narró la pesadilla que sufrió en el colapsado sistema público de salud, al que acudió con sospechas de haberse enfermado de coronavirus.

Imagen ilustrativa Foto de archivo: Télam

La historia clínica de Juan reúne antecedentes que corroboran un presente de altísimo riesgo de salud. Su historia de vida, en cambio, representa una lucha constante que lo llevó, entre otras iniciativas, a fundar una organización social de sectores vulnerables que trabajan para promover los derechos del colectivo LGTBIQ+ y personas con VIH. También escribe obras de teatro y musicales.

En una larga charla con EL OTRO, el joven brindó un crudo testimonio para visibilizar el abandono que sufren innumerables pacientes que acuden al deteriorado sistema público de salud. “Terminamos siendo animales en un matadero”, sintetizó con bronca, al recordar los tres días de angustia en los que su vida corrió peligro por falta de infraestructura hospitalaria, lo que contrasta, según sus propias palabras, con la entrega de la mayoría de las y los trabajadores de la salud.

Foto de archivo: Coco Yañez

El 25 de agosto pasado, al salir del Banco Nación de Vicente Zapata y San Juan de Capital, su mejor amigo le comunicó telefónicamente que estaba infectado de Covid-19. Juan había estado con él durante el miércoles anterior. No sin miedo, llamó al 148 y también a las líneas 0800 disponibles para consultas, pero en ningún número logró que lo atendieran.

A las 12 del mediodía, para cuidarse y cuidar a los demás, entró a la guardia respiratoria del Hospital Central. Una hora después preguntó si estaba en la lista pero lo habían asignado al sector de Oncología, error esperable para un paciente con antecedentes de cáncer ante un sistema sanitario saturado.

Hospital Central (imagen ilustrativa) Foto de archivo: Gobierno de Mendoza

A las 16, tras cuatro horas de espera compartiendo una sala con pacientes con distintas afecciones, Juan recibió un llamado de funcionarios del Ministerio de Salud para informarle que su amigo ya los había puesto al tanto -5 horas antes- de su especial situación, por lo que le pidieron que evitara viajar en colectivo, además de explicarle el extremo riesgo que podría significar un posible diagnóstico de Covid-19. 

Pasadas las 17 lo atendieron y, habida cuenta del precedente del contacto estrecho con su amigo con análisis positivo, le indicaron un hisopado e internación en el Hospital del Carmen. Desde el Central insistieron para que envíen una ambulancia, pero recién a las 12 de la noche el hospital de la Obra Social de Empleados Públicos (OSEP) reconoció que no tenían cama para recibir al joven.

Imagen ilustrativa. Foto de archivo: Télam

En ese momento Juan pidió salir a tomar aire porque se sentía descompuesto. Se lo negaron. Hacía más de un día que no comía y llevaba 12 horas en la camilla de un box de guardia, sin acompañantes, escasa información sobre su estado de salud e incertidumbre acerca de su destino.

En la entrada del reducido box una anciana descansaba como podía, sentada en una silla de ruedas, respirando agitada con una mascarilla de oxígeno. Delante de la mujer, del otro lado del pasillo, otra pacienta aguardaba en similares condiciones, al igual que el resto de las personas enfermas que ocupaban un corredor que desemboca en el baño que todos debían compartir. 

Imagen ilustrativa. Foto de archivo: Télam

Luego de una noche escuchando llantos de distintas personas y los sollozos de quienes tenían dificultades para respirar, a las 5 de la mañana del 26 de agosto Juan pidió permiso para llamar a un delivery de comida que aliviara su día y medio sin ingerir nada. Un médico se ocupó del asunto y el joven recibió desayuno y luego un almuerzo.

Cuatro horas más tarde se descompensó, presentaba un cuadro de insoportable jaqueca, diarrea y vómitos. Lo informó a las 16.30 a un enfermero, pero recién a las 23 fue atendido. Juan no volvió a tener contacto con nadie hasta la mañana del 27 de agosto cuando le confirmaron que el primero de los análisis por Covid-19 era negativo, aunque debía permanecer dos días más “por protocolo”.

Foto: Cristian Martínez

Antes de finalizar su período de 48 horas en el Hospital Central, pudo ser trasladado al Hospital Universitario de la Sexta Sección de Capital. Recién entonces lo trataron como a un ser humano.

Juan ahora está en su casa, sano y salvo. Según él, gracias a la empatía y el esfuerzo de médicos y enfermeras. 

 

“Solo somos un número que se reemplaza y nada más”

Hablemos claro: datos, no relato

 

Las alarmantes condiciones de los trabajadores de la salud de Mendoza

 


 

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