El Centro de Actividades Educativas “Jorge Contreras”, del barrio La Gloria de Godoy Cruz, continúa padeciendo la falta de gas. Sin ese servicio básico no pueden cocinar y racionan las viandas. Lista de espera de niñas y niños que buscan “estar calentitos”. Ante el Estado ausente, la comunidad apela a la solidaridad. 

Fotos: Seba Heras

Esta mañana de jueves es fría, llovizna, y en algunos sitios de la provincia la nieve marca que las temperaturas empiezan a exigir a los cuerpos que trabajan, estudian o hacen trámites. Las niñas y los niños lo sienten más.

Karen Minasi, coordinadora del Centro de Actividades Educativas “Jorge Contreras”, recibe al equipo de EL OTRO en una pequeña oficina donde parece que el frío pega más fuerte que afuera.

Su voluntad para continuar la tarea que comenzaron con el cura Contreras en el barrio La Gloria no parece menguar su voluntad, pero cierta desesperación aflora en medio de su habitual calidez: “Ya tenemos chicos enfermos por el frío”.

Hace apenas unas horas el Senado de la Nación, que un año atrás reconoció el trabajo del CAE, aprobó una ley para frenar los tarifazos. Lo que hubiese sido un gran alivio para el Centro, rápidamente se convirtió en una vana esperanza frustrada por el veto presidencial. En este contexto, un caloventor que intenta templar una de las aulas “remodeladas” para contener a más chicos, suena como una broma de mal gusto.

A pulmón

En septiembre de 2017 EL OTRO relevaba, entre otras falencias que las militantes de la educación pública deben sortear para proteger y educar a los niños y niñas, la falta de gas, cortes de luz y graves dificultades para afrontar las tarifas crecientes. Una denuncia anónima refirió entonces que “había olor a gas cerca del medidor del CAE y eso fue suficiente para que Ecogás cortara el suministro del servicio”.

Meses después, y con varios intentos que no prosperaron, la obra de adecuación necesaria para que la empresa reconecte el servicio sigue actualizando sus costos al ritmo de la inflación. El precio estimativo de materiales y mano de obra asciende hoy a $220.000.

Con el Estado ausente, no queda más camino que la solidaridad comunitaria. El Sindicato Único de Personal de Obras Sanitarias (SUPOS) aportó generosamente una parte de los materiales para la obra, y el gremio de los trabajadores de televisión (SATSAID) cubrió los gastos de la renovación de la personería jurídica, que le otorgaría al CAE la posibilidad de acceder a subvenciones del Estado. Además, existe un compromiso de ayuda del banco Credicoop y algunos de sus asociados para afrontar otra parte de los materiales pendientes.

El gasista con el que están trabajando ofreció cobrar su labor en cuotas para atemperar el impacto económico que esta obra le genera al CAE. En parte, él supo ver que las coordinadoras aportan dinero de sus bolsillos para sustentar gastos como el pago de los planos de adecuación.

Metele gas

Para seguir defendiendo el espacio, las madres de niñas y niños que asisten al Centro, que también cuenta con un servicio de asesoramiento jurídico gratuito del programa ATAJO, se reunirán el próximo miércoles para informarse y seguir avanzando en la organización.

Una de las iniciativas que impulsan es la campaña “¡Metele gas que llega el frío!”. La propuesta para reunir fondos, convoca a quienes quieran solidarizarse mediante la adquisición de un bono contribución que servirá para financiar los trabajos de adecuación de la red. Para sumar colaboraciones, ya tienen previsto la celebración de una peña, un torneo de voley y clases de zumba.

Los bonos pueden adquirirse en la sede del CAE, en Terrada y Carrodilla de Godoy Cruz. Además, la propia Karen Minasi, ha puesto a disposición su cuenta de Facebook para coordinar la ayuda solidaria de quienes no puedan acercarse hasta el Centro.

El sinceramiento

En medio del diálogo con la docente se corta la luz. Intentamos poner buena cara, pero no hay manera. Sin energía y con bajas temperaturas, cientos de niñas y niños que “vienen a estar calentitos porque en sus casas a veces pasan frío”, carecerán de las mínimas condiciones que debiera garantizar ese mismo Estado que dice “sincerar las tarifas” sin escatimar costos económicos y humanos.

Todos respiramos cuando desde afuera llega rápido la noticia de que “se cortó la luz en todo el barrio”. Falsa alarma. Pasa el susto y ahora Karen sigue solucionando sobre la marcha aunque advierte: “Si se corta de nuevo vamos a tener que suspender las actividades”. Mientras tanto, las trabajadoras del “Jorge Contreras” se apuran a dividir las viandas para que la comida escasa alcance para todos.

Está muy fresco, continúa la llovizna, y el pronóstico del tiempo no augura la vuelta del sol. “Las organizaciones sociales avanzan en su organización mientras el Estado se retira”, nos dice Karen como quien reitera una sentencia aprendida hace tiempo. Amenaza un clima gélido sobre este hogar parido por el Padre Contreras. Nos alejamos. En el camino de vuelta, suponemos que hace mucho más frío en el alma de los funcionarios que no se hacen cargo.

 


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