Con una impune exhibición de desprecio e ignorancia, el gobernador de la provincia de Mendoza advirtió que la avenida Arístides Villanueva de Capital podría ser invadida por mapuches. El mandatario y abogado Rodolfo Suarez explicó que existe “el delincuente natural, que nace con genética natural”, una aberración propia de fanatismos deshumanizantes sin respaldo científico serio en ninguna disciplina del conocimiento actual. 

Por Negro Nasif

Foto de archivo: Cristian Martínez

Los discursos de odio, como toda expresión cargada de irracionalidad, no tienen límites y se expanden fácilmente en todos los ámbitos de la sociedad. Es grave cuando están en boca de ciudadanos y ciudadanas, pero mucho más cuando son las y los referentes políticos, sociales, económicos y culturales, los que estimulan y promueven estas formas de violencia desde espacios de poder.

Este martes, en una extensa entrevista que ofreció Rodolfo Suarez a la oficialista Radio MDZ, el gobernador de Mendoza expresó peligrosas afirmaciones, sin más sustento que el desprecio y la ignorancia.

“El delito es multicausal, existe el delincuente natural, que nace con genética natural. Podríamos estar debatiendo mucho sobre este tema pero, sin lugar a dudas los contextos sociales, que a la vez forman la cultura de un determinado pueblo, en un determinado tiempo, en un determinado lugar, hacen a esta cuestión”, señaló Suarez en un fragmento del diálogo.

En otro momento de la charla, el gobernador ponderó a la avenida Arístides Villanueva como “un atractivo turístico que ya es conocido mundialmente”, y luego vinculó a esta calle de la Ciudad de Mendoza, donde se realizaba la entrevista de Radio MDZ, con una posible invasión de los pueblos originarios de la Patagonia argentina: “Territorio hostil es donde están los mapuches, que no están haciendo nada en el sur, y que si no paran vamos a tener mapuches acá en la Arístides, y los van a desalojar a ustedes. Todas estas cuestiones hay que tomarlas con mucha seriedad y no con fanatismo ideológico”.

Viejas respuestas para los crímenes de hoy

Tipologías de Lombroso.

Hace 150 años, el italiano Cesare Lombroso, uno de los representantes del positivismo criminológico, desarrolló una clasificación de condenados, basándose en una serie de particularidades físicas de determinadas personas. En el extremo de sus investigaciones, llegó a afirmar que el delincuente es un ser que se estaría en una fase intermedia de la evolución, entre el mono y el hombre.

Esta anacrónica pretensión de explicar las conductas humanas, basada en hipótesis biologicistas, es la que parece haber tomado el gobernador Suarez para considerar la supuesta existencia de “delincuentes naturales”. Personas que habrían nacido con “genética”. Es decir, seres predeterminados a actuar como criminales.

Foto de archivo: Coco Yañez

Esta aberración propia de los fanatismos totalitarios, sin respaldo científico serio en ninguna disciplina del conocimiento actual, desnuda la concepción de la principal autoridad institucional de Mendoza, no solo acerca de las políticas de seguridad ciudadana, sino fundamentalmente su mirada deshumanizante. De lo que se deriva, en consecuencia, una postura respecto a la utilización del monopolio de la fuerza en manos del Estado que conduce.

Si bien Suarez sostuvo que “el delito es multicausal” y que las condiciones socioeconómicas y la cultura influirían en el crecimiento de la delincuencia urbana, el abogado y mandatario simplificó su mirada haciendo foco en las características biológicas o naturales de un estereotipo o etiqueta de delincuente que, en otro párrafo de la charla asoció al “raterismo” que crece en Mendoza.

Desalojo en San Martín. Foto de archivo: Cristian Martínez

Con esa falaz y peligrosa argumentación, el gobernador enumeró respuestas de su gobierno apelando al repertorio de políticas represivas y punitivistas: más policías, más armas, más móviles, más cárceles, penas más severas, etc. Poco o nada dijo respecto al abordaje del resto de los componentes multicausales de los delitos, tampoco de las mejoras socioeconómicas que está llevando adelante su gestión para prevenirlos y, por supuesto, nunca detalló qué puede hacer el Estado para modificar la “genética natural” de quienes estarían predeterminados a robar, matar, violar, estafar, esclavizar, someter a trata, explotar a niños, atentar contra la democracia, encabezar gobiernos de facto o desarrollar un plan sistemático de desaparición de personas, por enumerar algunos de los supuestos contemplados en el Código Penal.

Siguiendo estos peligrosos prejuicios del vale todo, si continúa fracasando la propuesta de mano dura, cabría entonces el absurdo de planificar lobotomías masivas en los diagnosticados o actuar directamente sobre el ADN de embriones para modificar o eliminar de forma prematura aquella presunta característica “natural” por la que se nace “delincuente”. O directamente apelar a la eugenesia, es decir, a la eliminación de quienes tengan los genes “defectuosos”, “anormales” o que no cumplan con los estándares biológicos fijados. Iniciativa para nada innovadora, que fuera desarrollada en la década del 40 del siglo pasado por Josef Mengele, médico, capitán de las SS y miembro del Instituto Káiser Guillermo de Antropología, Genética Humana y Eugenesia de Alemania.

Captura de pantalla: Facebook diario La Nación | 20/09/2020

¿Resulta descabello pensar en algo semejante? Probablemente. Aunque cabe recordar que este tipo de discursos de odio están recurrentemente en boca de dirigentes políticos de las derechas, como José Luis Spert, Javier Milei o el presidente nacional de la UCR, Alfredo Cornejo, quien sostiene que sectores populares serían parte de una “Argentina parasitaria”. Alusión negadora de los derechos humanos que, tal como informó EL OTRO en un artículo de octubre del año pasado, enraíza en la bibliografía de Hitler y su propaganda nazi (leé la nota completa aquí).

Mi enemigo imaginario

“La vuelta del malón”, cuadro de Ángel Della Valle | Argentina, 1892 Imagen del Museo Nacional de Bellas Artes

La ultraderecha argentina y latinoamericana está empeñada en reeditar el llamado “problema del indio”, esa obsesión que el poder económico invasor se planteó desde el mismo momento en que se topó –en 1492- con nuestro continente.

Basta con revisar un manual de historia escolar para anoticiarse que las “soluciones” a ese “problema” consistieron en el genocidio de millones de pobladores originarios y el exterminio de culturas ancestrales, para la imposición de un sistema de explotación de las personas y la naturaleza, cuyas dramáticas consecuencias perduran y se profundizan en nuestros días.

Rafael Nahuel, mapuche asesinado en 2017 por agentes de Prefectura Naval. Foto: Gentileza de La Tinta

En el caso del Estado Nacional Argentino, uno de los capítulos más crueles de nuestra historia fue la campaña militar sobre la Patagonia que lideró Julio Argentino Roca a fines del siglo XIX, en la participó como sobresaliente genocida nuestro exgobernador Rufino Ortega Molina (1884-1887), cuyo nombre es recordado en una de las calles más distinguidas de la Quinta Sección de Capital.

Justamente, a metros de la Rufino Ortega se encuentra la avenida Arístides Villanueva, el fetiche de la clase media aspiracional que concentra las preocupaciones más hondas del gobernador, quien calificó a esa arteria de empresas gastronómicas como “un atractivo turístico que ya es conocido mundialmente”, para luego advertir sobre los riesgos de un malón de salvajes que atentaría contra el nuevo baluarte cultural.

Foto: Cristian Martínez

“Vamos a tener mapuches acá en la Arístides, y los van a desalojar a ustedes”, alertó Suarez a sus interlocutores de la radio domiciliada en la calle insignia, para inmediatamente sostener que “todas estas cuestiones hay que tomarlas con mucha seriedad y no con fanatismo ideológico”.

Con mucha seriedad y sin fanatismos, cabe recordarle al gobernador de los bares cool que, desde 1994, el artículo 67 inciso 15 de la Constitución Nacional, reconoce la “preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos” y, en consecuencia, obliga al Estado a “garantizar el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural; reconocer la personería jurídica de sus comunidades, y la posesión y propiedad comunitarias de las tierras que tradicionalmente ocupan”, entre otros derechos elementales.

 

Apuntes cornejistas para el odio nacional