EL OTRO entrevistó al actor Diego Quiroga para conocer su primera experiencia como dramaturgo. “Bitácora de un suceso nunca resuelto y jamás acontecido” se estrenó en marzo, pero este sábado 28 vuelve al ruedo en el Teatrino de la Nave Universitaria.

Fotos: Coco Yañez | Texto: Luciano Viard

Quiroga es conocido en Mendoza como uno de los actores que hacen bien su trabajo arriba del escenario, pero su faceta de escritor recién comienza a vislumbrarse en una obra que aparenta describir el oficio de la creación de textos para el teatro.

En este primer salto a la publicidad de sus textos lo acompaña el actor Darío Martínez que también inicia su experiencia en el unipersonal. En medio de múltiples obligaciones, siempre relacionadas con la actuación, Diego se prestó de muy buena gana para responder algunas preguntas, y en un café bastante tradicional de la Capital intercambió palabras con EL OTRO.

Actuás hace más de 15 años. ¿Esa experiencia te generó un acercamiento a la escritura?

Sí, seguro. Primero porque vas descubriendo qué cosas te gustan, cuáles no… Siempre tuve un interés por la literatura, antes de subirme al escenario. Me gustaba escribir y dibujar. Era muy malo -con fuerza- (ríe) dibujando pero hacía las viñetas y encontraba relatos, que eran algo así como cómics, y esa fue la primera relación con esto de contar historias.

Sin embargo, a la dramaturgia como texto la descubrí tarde, porque me gustaron siempre las novelas y los cuentos cortos, pero el teatro llegó tarde.

¿Tarde porque hubieses preferido que pasara antes?

Puede ser pero lo decía porque al menos en la escuela nunca me dijeron ponete a leer teatro, y hasta cierto momento no sabía que existía el texto teatral. Después con la facu descubrí muchos autores y vino una catarata de información que fui procesando y que me lleva hoy a abordar ese lenguaje.

¿De qué trata la obra?

Para mí la obra representa el proceso de estar en la búsqueda de algo, como por ejemplo este punto final que nunca llegaba del que hablábamos recién. La obra refleja un poco eso.

Es un escritor que está en la búsqueda de su novela máxima, su bebé más preciado, la obra por la que lo van a recordar. Y en ese tropezar y volver a levantarse, en ese borrón y cuenta nueva, y en esa prueba y error todo el tiempo, parece que uno se identifica no solamente por intentar escribir sino por la experiencia de la vida diaria.

Me interesa que el público pase un buen momento, también.

Y algo que me da risa, de la gente que me conoce y ve la obra, es que cuando termina vienen y me dicen: el personaje se parece mucho a vos.

 

¿Qué distancia encontrás entre lo que proyectás y lo que ves en el papel?

Kilómetros.

¿Y entre lo que escribís y lo que sucede en el escenario?

Años luz.

Y está buenísimo. Para mí eso no es malo.

Antes de dirigir Bitácora, lo primero que dirigí fueron unos cortometrajes sin haber estudiado cine, pero sí aprendiendo algunas cosas de curioso.

Y tuve la experiencia de visualizar algo y ver cómo después se transforma en otra cosa que me gusta más o no pero que cambia, y voy surfeando lo que va apareciendo en cuanto a recursos, que es necesario ir aplicando y dosificando de la mejor forma.

Volviendo a la pregunta: lo que me imaginé de bitácora en un momento no es lo que está hoy en escena y aún me sigue sorprendiendo.

¿Será que la obra está viva o es dinámica?

También me pasó con la escritura. Fue variando tanto y todo el tiempo que nunca le podía poner punto final. Hasta incluso cuando creí que había encontrado un punto final, cuando la obra fue publicada en un libro compilado con obras de otros seis dramaturgos del país. Luego de eso me puse a ensayar con Darío (Martínez) que es un actor que trae mucha info, y tiene muchas cosas para aportar, y la ilusión del punto final fue.

Después estuvo el estreno, otras funciones, y la obra se sigue transformando y me fascina que sea así. Incluso con un estreno que no salió como yo hubiese querido, después de la última función de la semana pasada pensé que era otra obra, y me parece que creció mucho.

¿Qué te pasa como actor cuando ves la interpretación de un colega sobre tu texto?

La verdad es que creo que la mejor decisión que pude tomar fue esa. Que alguien actúe ese papel y no yo. Creo que Darío lo ha hecho mejor de lo que yo podría haberlo hecho. Son esas decisiones que creo que son sabias.

No me considero director ni dramaturgo. Me gustó dirigir, abordé ese desafío y hoy voy aprendiendo. Lo mismo me pasa con la dramaturgia.

¿Cómo es el momento del teatro en Mendoza, según tu mirada?

Hay mucho teatro, hay muchas producciones y hay público, aunque también está la sensación de que está faltando un empujón de infraestructura para poder contener, albergar otras producciones.

Se están dando algunas producciones que, entre comillas, son más comerciales y llevan público más masivamente al teatro, como lo que sucede en el Selectro que está buenísimo, aunque me parece que con un empujón la cosa puede explotar.

 

¿Quiénes te acompañan en esta experiencia de escritor/director/productor?

La asistenta de dirección con la que trabajo es Gabriela Lavarello, en la asistencia técnica me ayuda Waly Sánchez. La música es de Facundo Silione y en el diseño sonoro colaboran Julio Quiroga y Leo Pouget. Así que hemos generado una alianza linda, como si fuese una gran familia. Y Darío es un gran compañero con el que trabajamos muy bien.

 

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“Sigo creyendo en esta forma de construir”