Los y las alumnas de la Universidad del Aconcagua a principios de octubre frenaron un aumento en la cuota tras manifestarse en la puerta de la casa de estudios. Sucede que, lejos de lo que establece el imaginario colectivo, las personas que asisten a universidades privadas no son en su mayoría privilegiadas monetariamente y se trata, en muchos casos, de jóvenes trabajadores a quienes les cuesta mucho pagar cada mes por su educación. EL OTRO dialogó con cuatro estudiantes de distintas carreras de la UDA que deben trabajar para costear su formación académica.

Por Jo Thomatis / Fotos: Seba Heras

Frente al intento de aumentar la cuota que pretendía la Universidad del Aconcagua, un grupo de estudiantes se organizó para frenar ese atropello porque se trataba de un aumento ilegal y con poco tiempo de aviso. EL OTRO cubrió la noticia y se preguntó por la idiosincracia de los estudiantes que deciden profesionalizarse en instituciones privadas: ¿se trata de personas con alto poder adquisitivo?, ¿pueden pagar cualquier monto que la empresa universitaria establezca?

Para responder a esas preguntas, un grupo de cuatro estudiantes/trabajadores que asisten a la UDA brindó su testimonio para derribar el mito de que son niños ricos.

Florencia Godoy, estudiante de Abogacía.

“Yo me cambié de la universidad pública (UNCuyo) a la privada y fue por varias situaciones con profesores que me maltrataban. Entrar ahí me generaba muchísimo rechazo, por eso decidí cambiar”, explicó Florencia Godoy, estudiante de Abogacía. La joven trabaja cuatro horas en la mañana antes de ir a cursar. Es profesora de Español a extranjeros y no todas las semanas tiene trabajo porque los cursos son cortos y depende de la cantidad de alumnos que se presenten. “Mi mamá me ayuda con la cuota para la facultad, pero ella es empleada pública y nosotros pagamos alquiler, además está cerca de jubilarse”.

Alexander Pérez también estudia Derecho y es trabajador. “Trabajo de mozo porque la facultad no tiene flexibilidad horaria y curso de 2 a 7 de la tarde, lo cual minimiza las posibilidades de conseguir laburo. Me vi obligado a buscar un trabajo en negro que es de horario nocturno en el que gano $8000 y pago $7000 de cuota, no alcanzo a cubrir los costos, por lo cual tengo que buscar otro tipo de changas temporales que van saliendo para tener algo de dinero. Para mí, pagar un alquiler a mis 26 años, es imposible”.

Alexander Pérez, estudiante de Abogacía.

“Me vine a la universidad privada porque en la Universidad de Cuyo la Facultad de Derecho es excelente, pero un espacio demasiado estricto y poco contemplativo con los estudiantes que trabajan. Los profesores no saben quién sos y no hacen un seguimiento del alumno como si lo hay en la privada, por el simple hecho de que somos menos alumnos”, dijo Alexander, quien por las noches se dedica a atender mesas en un bar y que por lo pronto no puede proyectar vivir solo.

Alexander también puso en evidencia el hecho de que “muchas veces en la UNCuyo hay gente de un nivel socioeconómico mucho mayor que acá y el estudiante de la facultad privada está resignado a no pelear por sus derechos por la confusión de que no sabemos si somos estudiantes o consumidores. Hay faltas de derechos en las que no podemos avanzar si nos ven solo como consumidores del producto de una empresa: ¿para que voy a hacer determinado reclamo si esto es una empresa y no me van a dar lugar para eso?”.

Sofía Gómez, estudiante de Psicología.

Sofia Gómez estudia Psicología y es parte del único centro de estudiantes de la Universidad Aconcagua, Consciencia Colectiva, creado en 2014. “Los estudiantes de Psicología no tenemos la posibilidad de estudiar en la universidad pública porque no existe la carrera en Mendoza. Planteamos que dentro de la universidad privada el estudiante es un sujeto despolitizado. Ganamos la lucha con respecto al aumento ilegal de la cuota pero lo pudimos hacer reconocidos más como consumidores que como sujetos de derecho. Estamos muy desamparados en ese sentido”.

“A mucha gente que labura le conviene ir a estudiar a la universidad privada por cuestiones de disponibilidad horaria, también hay otras carreras que están en la oferta pública pero cuyo acceso es muy restrictivo, entonces no permiten la posibilidad de que todo el que quiera estudiar, por ejemplo Medicina, pueda hacerlo”, remarcó Sofía respecto a los orígenes de los estudiantes de carreras privadas.

Con relación al rol del único centro de estudiantes de la Aconcagua, Gómez explicó que en esa organización “nos vemos muy limitados porque terminamos siendo meramente voceros. No se nos da un lugar para tomar decisiones académicas ni gobernancia política como la tienen los centros de estudiantes de la universidad pública, nuestra idea es politizar una facultad donde nos desvinculan todo el tiempo. Desde la institución aportan y abogan a la individualización de cada estudiante, no contemplan situaciones colectivas”.

“Se manejan como la empresa que son. La población que estudia y trabaja es muy grande y no son flexibles con el tema de la asistencia, se complica mucho en ese sentido. Además frente al aumento de la cuota este año hubo muchos chicos y chicas que se dieron de baja en sus carreras”, señaló Gómez.

Una joven de Psicología fue madre y tuvo que dejar por unos meses la carrera para cuidar de su bebé que acababa de nacer. Cuando quiso reincorporarse tenía que pagar los meses que no había asistido a clases, “pero el arancel se actualizaba a la cuota actual que en su caso son casi $10.000 más de lo que ella tenía contemplado que debía pagar. Tiene un sueldo de acompañante terapéutica y no le alcanza para pagar la reincorporación”, contó Sofía.

Hugo Ojeda, estudiante de Abogacía.

Hugo Ojeda es estudiante de Abogacía y trabaja medio día como secretario. “Para un trabajador de media jornada es muy difícil llegar a pagar una cuota, por eso tuvimos que movilizarnos para detener el aumento, porque además ese aumento sentaba una base frente a dos aumentos que ya se hicieron durante el año: además de que atentaba contra nosotros se hicieron cosas sin tener previsión, como avisar del aumento de la cuota a través de redes sociales y no por vías formales”, denunció.

Hugo es uno de los estudiantes que impulsó la organización para frenar el incremento del arancel: “este movimiento surgió como respuesta al aumento desmedido de la cuota. La congregación de gente se logró por la convocatoria de la Facultad de Psicología también. Nosotros buscamos apelar a la consciencia de todo el estudiantado, no es fácil pagar $1000 más cuando todo lo que uno consume aumenta: el gas, la luz, servicios básicos”.

“Hay mucha gente que ha tomado consciencia de que somos sujetos de derecho por este reclamo. Al principio no tuvo mucha convocatoria, pero con el paso de los días muchos estudiantes entendieron que el aumento era considerable y empezamos a lograr adhesión, por eso llegamos a frenarlo”, explicó el joven estudiante que además trabaja e invierte la mitad de su sueldo solo en pagar la cuota de la carrera.

Sofía Gómez, la joven que intenta impulsar un cambio desde el centro de estudiantes, comentó que “está muy arraigado al imaginario colectivo lo que son los estudiantes de la universidad privada, pero la elección de estudiar aquí no tiene que ver con la clase social”.

 

La crisis también se paga en la universidad privada

 

Gravísimo ataque a la libertad de expresión