Esta entrevista fue demasiado compleja e intensa para quien la escribió y, probablemente, lo sea para quien la lea. Tal vez sea mejor, entonces, despojarse de terceras personas y narrarte en el singular de la primera. Para ser lo más fiel posible en las sensaciones que deseo transmitirte. Para no estar mediados por las formas periodísticas y los cánones de las distancias profesionales. En fin, para que nos detengamos a compartir sin apuros. No es una nota “clickera” para pasarle el ojo por encima, como a la inmediatez de las noticias y la desinformación de los títulos de métrica fácil. Aquí te esperan testimonios que relativizan el tiempo, que rompen el devenir y -quizás- nos den conciencia de quiénes somos. O mejor dicho: ¿qué nos creemos que somos?, con ese tono provocativo de la interpelación, o si se quiere con angustia filosófica: ¿qué ser estamos dispuestos a darnos a nosotros mismos? Historias para hacernos cargo de la parte que nos toca en la construcción de la identidad colectiva. La trama de ocho mujeres tejida en la restitución de Claudia Domínguez Castro, la nieta 117. La hija única, abrazada ahora por sus hermanas.

Texto: Negro Nasif | Fotos: Coco Yañez

Hoy es 25 de marzo de 2023. Ayer miles marchamos en Mendoza con las fotos y los nombres de nuestros desaparecidos y desaparecidas por razones políticas, y la consigna histórica de Memoria, Verdad y Justicia que las Madres, las Abuelas, las y los sobrevivientes de aquel infierno, los Hijos, y todos los organismos de Derechos Humanos nos escribieron para siempre en nuestras pieles y banderas.

Ayer Claudia Domínguez Castro, junto a mujeres, adolescentes y niñes, marchaba sosteniendo -o sostenida- a una tela. “Nietxs Mendoza. La lucha no se detiene”, dice la nueva bandera escrita con la manera artesanal de los primeros pañuelos, con el modo manuscrito de las pancartas originarias. Un emblema que hicieron propio les nietxs de Luis Bustamante, Walter Domínguez y Gladys Castro.

Valeria Perrone, Carolina Escudero, Mónica Robert, Claudia Domínguez Castro, Silvia Defant, Gabriela Mayné, Mariana Herrera Rubia y Alicia Boggia.

Hoy es 25 de marzo de 2023 y estamos en un barrio de Guaymallén, el mismo departamento de Mendoza donde en 1953 nació Gladys, la mamá de Claudia. La mesa del comedor repleta de alfajores de maicena, de bombones, tazas de café, jugo de naranjas y un budín casero de bananas. Ocho mujeres, todas nacidas durante el terror, ríen a carcajadas. Niños juegan en una computadora. Entre ellos distingo a algunos que ayer acompañaron a sus madres en las escalinatas de Casa de Gobierno, cuando la noche empezaba a ser, y un grupo cantaba “al sol como la cigarra”.

En este sábado soleado mi compañero Coco Yañez, otro de lxs sobrevivientes que ríe en esta casa, también pretende guardar tiempos en el espacio que une entre sus recuerdos y el recorte en foco que dispara en su cámara fotográfica. Hasta que espontáneamente se compone la imagen distendida de la Claudia rodeada de sus nuevas hermanas. Carcajadas, siempre ríen -reímos-. El teléfono celular se activa para grabar nuestras voces y el silencio llena el cuarto. En un rato se completará de nuevas risas, llantos, emociones, palabras nunca dichas y más abrazos. Una energía de Justicia poética poblará la casa.

Ayer, antes de salir a la marcha me encontré en Facebook con un posteo tuyo: una bandera y un texto. ¿Nos contás de qué se trata?

La bandera tiene relación con la actualidad, con una necesidad que surgió a partir de una propuesta de Sofía D’Andrea hace un tiempo atrás, después de la pandemia, para intentar trascender la lucha con las nuevas generaciones.

Nos quedó dando vueltas esa idea, la compartimos con nuestros hijos, siempre pensando en qué vamos a hacer. Tenemos a las Abuelas, a las Madres, y a muchos de los sobrevivientes que ya son grandes. Nosotros también nos vamos poniendo grandes y esto debe continuar. Es necesario ir formando a otras personas que pueden colaborar y ayudar en la toma de conciencia, sobre todo a los jóvenes.

Cuando fallece Sofía a principios de marzo, lo primero que se me vino a la cabeza fue aquello que no se concretó. Lo hablé con Valeria Perrone y nuestros hijos, que estuvieron muy de acuerdo en participar, y decidimos marchar este 24 con una bandera que nos representara. Me pareció importante arrancar con esto, convocar a todos los nietos de desaparecidos que quisieran sumarse con una nueva participación en la marcha, esperanzadora, más allá de lo que venga después.

Así fue como Nehuén, hijo de Valeria, protagonizó la confección de la bandera, y salimos ayer a presentar en sociedad a este nuevo grupo.

María Dominguez y su nieta. Octubre de 2015.

Desde EL OTRO, como todos los años, cubrimos la marcha y publicamos esa nueva foto de Les Nietxs. También en el archivo de nuestro diario hay otra fotografía histórica, la de tu primera marcha con las Madres de Plaza de Mayo en Mendoza. Han pasado siete años, ¿qué hilos se han unido y roto desde aquello?

El primer día que yo fui a la plaza San Martín a la ronda de las Madres, con mi hijo Juli en brazos, estaba mi abuela María Domínguez, mi amiga Silvia Defant y su mamá Florencia Aramburo, que estoy segura que fue la primera persona que se comunicó con las Abuelas de Plaza de Mayo para que comenzaran la investigación que terminó en la restitución de mi identidad. “Yo sabía cuando escuché las noticias que eras vos”, me decía Florencia aquel jueves, en el primer encuentro presencial que tuvimos, luego de que me dijeran que mi ADN había sido positivo.

Esa foto sintetiza un momento en el cual yo estaba acercándome a mi vida, a mi historia, a la historia de mi familia biológica, a la lucha de las Madres, a las personas que me estaban buscando. También comenzó una vorágine de conocer la vida de mis padres, el lugar que ocupaba mi abuela y mi familia, y toda una necesidad de construir a mis padres desde el relato de todos y desde la lucha de todos. No era solo mi abuela, era la gente que la acompañó desde los Organismos de Derechos Humanos.

Después del juicio por mi apropiación vinieron momentos muy duros y muy difíciles para mí, cuestiones personales, el dolor que a todos nos ha atravesado de alguna manera… Yo construí mi identidad siendo adulta, pero mi identidad no empezó en ese momento, yo soy una persona que también tiene un montón de vida, de historia y la uní con todo lo que viví. Era lógico que hubiera tensiones y diferencias que hicieron que yo me resguardara y me alejara un poco de toda esa exposición que tenía.

Fue un momento de mucho dolor en el que dije “tengo que cuidarme y cuidar a mis hijos”, que los había tenido postergados, porque yo necesitaba conectarme con la infancia y la adolescencia que no había tenido, o la había tenido en otro lugar. Me preservé, me retiré.

Y ayer volviste a la calle…

Sí, ayer sentí que la marcha fue muy positiva, creo que fue una de las que más me ha llenado el alma de esperanza y alegría por el encuentro. Vi, a diferencia de otros años, una cohesión de la gente de los Organismos, como una necesidad de no dividir, sentí que todos estábamos ahí por lo mismo y que debe ser así.

Mucha alegría, muchos jóvenes. Sentí de nuevo esa alegría de saberme acompañada por gente que siento mi familia, que son mis amigos, sus familias, y entre ellas mi hija Guadalupe que había decidido ocupar otro lugar, más allá de ser la hija de la nieta restituida. Sentía que todo el mundo la acompañaba, esa misma contención de toda la gente que yo tuve desde 2015 la sentí en ellos. Sentí que nunca más voy a estar sola.

Sin embargo, hubo un momento en que esa alegría, cuando vi a la madre de Ricardo D’Amico, de repente se me nubló con la ausencia de mis abuelas que, por sus edades y saludes, no pueden estar expuestas. Inevitablemente pensé en que ellas ya no van a poder estar en la calle, en las marchas. Es obvio que será así.

Nos pusimos muy felices en 2015 cuando las Abuelas te encontraron. Recuerdo una charla que tuvimos entonces en la que me contaste que te resultaba muy difícil, hasta físicamente, hacerte cargo de repente de todo el amor que un montón de gente intentábamos transmitirte, que necesitabas tiempo para procesar todo eso. Hoy percibo que ese “hacerse cargo” tiene que ver con asumir otro tipo de responsabilidades. ¿Es así?

Decidí hacerme cargo de algo que fue para mí. Toda la verdad que tengo ahora es porque hubo gente que se hizo cargo, y ahora me toca, porque falta un montón por saber.

Nada de lo que transité hubiese sido posible sin todo el cariño de toda la gente que me acompañó antes, apenas restituí mi identidad, y después. No lo podría haber hecho sin el ejemplo de esas personas con las que yo aprendí.

Desde el comienzo Betty García del MEDH (Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos) respetó mucho mi intervención desde afuera. Yo colaboraba y sentía que eso es lo podía hacer, no quería pertenecer a ninguna institución, quería ayudar a cualquiera que lo necesitara. Betty me incluía de esa manera hasta que, de repente, ella que la tenía muy clara, me preguntó en una reunión virtual, delante de todos, si me gustaría sumarme al MEDH. Y por supuesto que dije que sí. Nunca lo sentí como una obligación, sino que comenzaba a tocarme a mí. Es mi lugar. Allí puedo ayudar en los procesos de restitución, sé de qué se trata porque me pasó, tengo la experiencia.

Ahora me toca a mí, no puedo escapar de eso, y está muy bien.

Claudia con sus abuelas Angelina y María y la Madre de Plaza de Mayo Agustiva Vera. Radio Nacional, octubre de 2015.

Siempre hay esperanza de que esta entrevista llegue a alguien que duda de su identidad y algo de lo que leyó o está por leer lo movilice. Pero también sabemos que nuestra generación es hija del terror y que suele invadirnos el miedo cuando queremos atravesar un camino de dudas. Si pudieras volver a ese momento en que no sabías si escapar o cruzarlo, ¿qué harías?

Lo cruzo, de una. Vuelvo a buscar, me gustaría que fuese más rápido, porque lo único que me pesa es el tiempo que perdí. Aunque, como dice mi amiga Silvia, tal vez no lo perdí, estaba preparándome. Quizás no hubiese sido igual en mi adolescencia, que luego cuando ya estaba preparada y fuerte para recibir todo esto nuevo, de esta manera.

Volvería a buscar mi identidad.

Hermanadas

Cuando le pedimos a Claudia esta entrevista, en el contexto de una nueva conmemoración del golpe genocida de 1976, accedió como cada vez que se lo solicitamos. Sin embargo, ahora nos propuso reunirnos, después de la marcha del 24, con un grupo de mujeres que, para ella, fueron -y son- esenciales en el proceso de construcción de su identidad. Esa vorágine que se desencadenó el 27 de agosto de 2015.

Claudia nació en un centro clandestino de detención de la dictadura cívico-militar, un día de marzo de 1978. Con la fecha que permanece imprecisa, como otros tantos aspectos de su historia, el año pasado decidió festejar su cumpleaños haciéndose su propio obsequio. “Mi regalo” fue el nombre que le puso a un grupo de WhatsApp al que agregó a Valeria Perrone, Alicia Boggia, Mónica Robert, Mariana Herrera Rubia, Carolina Escudero, Gabriela Mayné y Silvia Defant.

“Habiéndome criado como hija única -recuerda- cuando llegan esos momentos que hay que decidir, quiero estar con todos y termino no estando con nadie. El año pasado, cuando llegó el día ‘en teoría’ de mi cumpleaños, les dije a mis amigas que mi regalo era pasar la tarde juntas y que no debía faltar nadie. Estuvimos todas. ¡Disfruté tanto de mi cumpleaños! Ahora el grupo de WhatsApp se llama ‘Nuestro Regalo’. Ya no es solo mío”.

Ese rito de la reunión se recreó este 25 de marzo y, una vez más, Claudia tiene razón. La dimensión de su restitución cobra otro sentido y una explicación más cabal cuando ella misma nos presenta, cronológicamente, a cada una de las mujeres que ingresaron al gran relato de su propia vida.

Gabriela Mayné: “La valentía de mi compañera de banco”

Claudia: Gabriela Mayné es mi compañera de secundario, la que siempre ha estado conmigo. Yo soy una persona muy social, mi vida siempre fue atravesada por las amistades, y sufrí cuando estas fueron transitorias. Me costó mucho en el secundario, porque éramos un grupo grande que terminó reduciéndose. Pero Gabriela me acompañó todo el tiempo, en mis dudas, en las charlas que tuvimos. Me bancó un montón en mi vida, en el lugar en que me apropiaron, siempre sosteniéndome. Siempre admiro lo que hace, yo no lo podría hacer, y desde ese lugar la quiero más todavía.

Gabriela Mayné: Yo tengo una mirada de amor por Claudia, de admiración. Ella dice que no podría hacer lo que yo hago, yo no sé si podría estar en el lugar de ella, tener que afrontar esto y renacer con esta historia, con las mujeres que la acompañan y la acompañamos. Es muy valiosa.

Principalmente es su resiliencia, la fuerza que tiene para poder enfrentar todo, y también para seguir dando amor y cariño a la gente que la buscó. Preocuparse también por los demás que estábamos. Es la valentía de mi compañera de banco, con todo lo que eso implica en una adolescencia, en esa búsqueda de la identidad que tal vez no era tan fuerte pero que hacía ruido, porque nosotros sabíamos que ella era adoptada. No nos dejaba avanzar, con nuestros 14, 15 años, hasta que hubo alguien que pudo encaminar esa búsqueda.

Claudia es mi amiga.

Silvia Defant: “A mí todo me hacía ruido”

Claudia: Cuando salgo del secundario aparece Silvia Defant. A ella la conozco en la UTN (Universidad Tecnológica Nacional). Yo quería estudiar Educación Física, pero pensaba que me iba a morir de hambre y, como me decía mi apropiador, “a mí me daba la cabeza para otra cosa” (se ríe). No tenía computadora, no tenía nada, pero me fui a estudiar Ingeniería en Sistemas.

Con Silvia en la UTN formamos un grupo pequeño de siete personas, entre ellos estaba Martín Brizuela, hijo de Rosa Gómez que había sido secuestrada durante la dictadura, y Julio Pacheco, cuyo padre se encuentra desaparecido. Pero yo tenía un nivel de ignorancia total sobre el genocidio.

Cuando empiezo a contarle a Silvia mi historia y que era adoptada, inmediatamente empezó a sacar las cuentas y preguntarme si había visto mi partida de nacimiento. En un momento me dijo “vamos a HIJOS”. Yo pensaba que era un partido político, y le contesté que no me quería meter en nada que tuviera que ver con la política.

Silvia insistía y yo estaba todo el tiempo negando y no entendiendo de qué me hablaba. Tampoco entendía la historia de mis compañeros, creo que vine a comprenderla cuando restituí mi identidad. Yo estaba de novia con Martín Brizuela sin saber por qué su papá no estaba, sabía que Julio Pacheco vivía con sus abuelos, pero no entendía por qué no estaban sus padres. No tenía idea de la historia argentina.

Silvia Defant: Yo sí conocía la historia de Argentina, por mi familia. Mis papás estuvieron exiliados. Mi mamá Florencia Aramburo fue presa política. Cuando salió se juntó con Armando Bustamante, que también había sido preso político durante siete años y, además, tenía dos hermanos desaparecidos.

Cuando fue el alzamiento de los carapintadas (1990), mi mamá y Armando dicen “basta, esto dos veces no lo vamos a pasar”, hacemos las valijas y nos vamos a Europa. Cuando regreso vuelvo con un gran olvido de todo lo anterior. Pero cuando Claudia me cuenta que es adoptada todo me hacía ruido. Entonces ahí le empiezo a preguntar, tímidamente, “¿no te parece esto, porque lo otro…?”. Ella no quería saber nada.

Lo hablaba con mi mamá, que insistía que debíamos hacer la denuncia. Fueron varios años en un tire y afloje con mi madre, yo le decía que ni se le ocurriera denunciar a Abuelas, le pedía que por favor no lo hiciera, que respetara los tiempos de Claudia, que yo era amiga de Claudia, no amiga de los organismos ni de los padres de Claudia.

Para mí el tiempo se iba a encargar, pero cada tanto le metía la pica, ella se enganchaba un poquito, pero daba un paso para adelante y tres para atrás. Y así llegamos, poquito a poquito.

Me acuerdo del primer día que la vi después de su restitución, cuando fue el encuentro con sus abuelas y su familia biológica. Ella me pidió que estuviese presente. Cuando llega al lugar, se baja del auto, me abraza y se larga llorar, mientras su esposo Miguel me decía desde atrás “abrazala, abrázala, porque no ha llorado”. Cuando pudo hablar después de un par de minutos largos de llanto, me dijo “Cómo no te di bola antes, cómo no te hice caso antes”. Yo lo único que le respondí es que no era su momento.

Eran sus tiempos, su proceso. Fue su maduración y le llegó en el momento que le tenía que llegar.

Carolina Escudero: “Claudia hace totalidad”

Claudia en la presentación del libro Juraría que te vi. Ciudad de Mendoza, agosto de 2017.

Carolina Escudero: Cursé muy poquito en la UTN, yo siempre veía todo muy desde afuera. Mi familia siempre se sintió muy distante de todo lo que había pasado en la Argentina. Pero yo, que había nacido en 1978, fui descubriendo que me habían anotado en una fecha distinta a la de mi nacimiento. Es decir, que estuve un poco sin identidad hasta mucho tiempo después.

Festejaba mis cumpleaños el 21 de abril, como figuraba en mi DNI, pero en realidad había nacido el 21 de febrero, según me contó mi mamá, porque durante el proceso militar no estaban los libros del Registro Civil en el lugar que correspondía y demoraron mi anotación.

Cuando voy a la Universidad esta historia se entrelaza un poco con la de Claudia. Yo estaba medio desaparecida y ella era una adoptada que no sabía nada de su pasado. La insistente Silvia me convenció que comenzara a festejar mi cumpleaños el 21 de febrero y, desde entonces, lo celebro ese día.

Cuando me reencuentro con Claudia tiempo después empezamos a entablar una amistad muy fuerte. Lo que puedo decir es que ella hace totalidad, junta, une, entrelaza, va subiendo a su micro a personas valiosas para ella, que van dejando huella, para dar más a la comunidad, a la pequeña de su casa y desde ahí agrandándose a todo lo demás.

Claudia: Caro es la que sana a todas, siempre está respondiendo a esa necesidad de contener al otro. En estos siete años ha sido una gran contención. Ella es la chamana sanadora del grupo, ha venido este mundo para sanarnos y abrazarnos y sostenernos para que no nos caigamos.

Valeria Perrone: “Qué bueno que había alguien conocida”

Claudia: A Valeria Perrone la conozco desde aquel día en la Plaza San Martín. Yo la ubicaba de la Facultad donde estudié y me recibí de profesora de Educación Física. Siempre pensé que había sido mi profesora. Después la empecé a conocer mucho más y el vínculo no solo se profundizó con ella, sino también entre nuestros hijos. Somos familia.

Valeria Perrone: Me acuerdo de aquel día en la Plaza, fue una fiesta. Era una nieta restituida y, aparte, la nieta de la María, a quién estábamos todo el tiempo acompañando en la Plaza.

En esa primera marcha que nos encontramos la fui a saludar, pero al mismo tiempo me daba cuenta que la invasión le debía parecer terrible. Sabía que el momento era complicado, aunque cuando me dice que yo había sido su profesora y le contesté que imposible porque teníamos la misma edad, la cosa se distendió. Recuerdo que me dijo que le parecía bueno que hubiera alguien conocida. Era como un nexo entre esta nueva vida y la otra.

Lo que yo siento que nos une más que nada es todo lo que vino después. Compartir una carrera común. Nosotras nos ponemos a hablar de las escuelas de los alumnos del deporte, de mil cosas. Hablamos de los hijos, de la maternidad, de criar hijos de edades parecidas que se han hecho amigos, y ese mundo está buenísimo.

Mariana Herrera Rubia: “A pesar del espanto, el amor nos unió”

Mariana es la primera persona en Mendoza que decidió modificar su DNI para desvincularse de su padre genocida, Héctor Edgardo Lanza, quien trabajaba en la Comisaría Séptima de Godoy Cruz y era, además, inspector en el Centro Clandestino de Detención D2 de Mendoza (Leé más aquí).

Claudia: El primer encuentro con Mariana y su pareja, después de habernos conocido en la Plaza San Martín, fue tan amable. Fue muy loco sentir que dos personas que no te conocen te pueden recibir así. Los amé de inmediato, por lo que ellos eran. Tiempo después supe sobre el proceso de identidad por el cual Mariana había pasado. Me quería morir, le pedí que me lo contara y le dije “mirá lo que nos ha unido”. Pero eso no fue lo que nos conectó, sino todo lo contrario.

Mariana Herrera Rubia: Cuando la conocí a Claudia fue encontrar lo que estábamos esperando. Parecía realismo mágico. Aparecía una nieta, la podíamos ver, era la nieta de la María y de la Angelina. Y era nuestra. Teníamos muchas ganas de apapacharla, amamacharla, todos los que estábamos en la Plaza.

Y cuando se dio ese momento de que llegara a mi casa, era como sentir que a mí no me podía estar pasando eso. Obviamente que yo no le conté de mi historia, por prejuicio, pensaba que si lo hacía no iba a entrar a mi casa.

La vida no podía estar regalándome esto. Es un regalo del amor, de poder tener en las manos lo que se habían llevado. No lo puedo explicar con palabras, eso solo se siente. Era como tener a la hermana que nunca tuve, a la hermana menor, que volvía a casa. Y eso fue indescriptible. Ya después cuando hicimos esta unión no pudimos dejar de estar conectadas.

Con el tiempo pude contarle mi historia y siempre me pregunto cómo Claudia ha podido también formar esta trama, que es un entretejido de amores que se fue llevando puesto la dictadura. Ella ha tenido la entereza, ese amor que le dejaron su mamá y su papá y esa conciencia de poder.

A pesar del espanto, el amor nos unió.

Alicia Boggia: “Me juré acompañarla para siempre”

Claudia: A Alicia la conocí en el SUTE (Sindicato Unido de Trabajadores de la Educación) una de las veces que me llevó mi abuela. En 2016 la volví a ver en la marcha del 24 de marzo. Y finalmente comenzamos a hacer cosas juntas en el MEDH. Con el tiempo también la relación pasó a ser más personal y familiar. Nuestros hijos son muy amigos.

Alicia Boggia: El día que nos enteramos de la restitución de Claudia, como cada vez que aparece un nieto, brindamos con mi familia. Aunque esa vez con un vino especial.

Después, recuerdo cuando la conocí en el SUTE, que mi hijo Fran se me acercó y me dijo “qué difícil su proceso, ¿no?”. Cuando salimos pensé qué claridad la de mi hijo, y ahí me juré acompañar a Claudia para siempre.

Hace muchos años que trabajo con Pedagogía de la Memoria, traigo siempre los materiales de Abuelas a Mendoza, los reparto, y esas cosas de resistencia de barricada. De Abuelas me dijeron que me contactara con Claudia e hicimos el primer curso que se llamó La identidad como conquista irrenunciable.

Tiempo después Betty García del MEDH me llamó para decirme que Claudia no tenía formación política y me pidió que la acompañara. El otro día le escuché hablar en una entrevista y me dio tanto orgullo. Estoy muy orgullosa de su proceso, ella ha podido hacer síntesis, entre cambios y continuidades. Desde el espanto mismo, el Estado genocida ha violentado su identidad, sus derechos y la ha vulnerado, y ella supo salir desde ahí.

La Claudia es mi familia y hasta el último aliento acá estaré.

Mónica Robert: “Sé mucho de mi identidad gracias a Claudia”

Claudia: Un día, poco antes de la pandemia, me cuentan que había una escritora que quería hablar conmigo. Yo siempre dije que sí porque creía que el testimonio es lo que mejor me salía, mi mejor colaboración.

Nos juntamos en un café. Yo la verdad que estuve muy fría, puse distancia. Ella me contó de su libro, que era una novela, me explicó cómo había empezado a contarla, cuál era su vínculo con las historias de las personajes y que necesitaba imprimirle la emoción real a la protagonista, que tenía una historia parecida a la mía.

En plena pandemia, Moni me llama para pedirme que leyera el borrador de la novela y que le escribiera el prólogo. Justo a mí que nunca había escrito nada. Primero le dije que se buscara alguien que estuviese preparada técnicamente para escribir, pero ella insistió que fuese yo.

Cuando lo leí estuve convencida que no era un borrador, que debía publicarse directamente. Había escrito, sin conocerme, todo el proceso que yo había tenido y además en libro había información que yo había necesitado leer. Estaba todo ahí: la información regional de Mendoza, dónde ir, cómo acudir, la historia de las mujeres y de las redes que se entretejían sosteniendo y ayudando a una persona, respetando, acompañando… Eso era una maravilla, esa novela necesitaba leerla cualquier persona que dudara de su identidad.

Entonces, escribí el prólogo de Escondida. Y después presentamos el libro en varios lugares, hasta fuimos a la Feria del Libro de Buenos Aires. (Leé más aquí)

Foto: Facebook Escondida

Mónica: Yo me entero de la historia de Clau en 2015. En ese tiempo estaba trabajando con una compañera, que termina siendo en quien se inspira el libro, que estaba en un proceso de crisis con su identidad, pero no iba a decir ni hacer nada hasta que no se murieran sus viejos. Un proceso de querer saber y no querer saber, al mismo tiempo.

La dictadura atravesó la vida de mi familia, pero yo siempre estuve guardada, alejada. Un poco el legado familiar era “no te metas, porque el que se mete la pasa mal”.

Tenía varios amigos adoptados, pero nunca me animé a jugármela. Cuando apareció Claudia me dieron muchas más ganas de empujar a mi compañera de trabajo, que no se decidía, y finalmente me autorizó a escribir su historia que es eje de mi novela Escondida.

Recuerdo muy bien ese primer café frío con Claudia, pero después la cosa se fue poniendo más cálida en el proceso del libro, finalmente escribió el prólogo, lo presentamos varias veces, ahí nos conocimos mucho más y nos hicimos familia.

Sé mucho de mi identidad gracias a Claudia. Ella me ayudó muchísimo a también hacerme cargo.

 


 

Claudia Domínguez Castro

Fuente: Abuelas de Plaza de Mayo

Gladys nació el 23 de noviembre de 1953 en Guaymallén, provincia de Mendoza. Walter el 30 de marzo de 1955 en la ciudad de Mendoza. Ambos militaban en el PCML. La pareja fue secuestrada el 9 de diciembre de 1977 en su casa de Godoy Cruz. Gladys estaba embarazada de seis meses, esperaba su bebé para marzo de 1978.

Desde el momento de la desaparición de los jóvenes, las familias Domínguez y Castro emprendieron la búsqueda. Al enterarse de otros casos como el suyo, la abuela María Assof viajó por primera vez en su vida a Buenos Aires y se contactó con las Abuelas de Plaza de Mayo, donde radicó la denuncia sobre la desaparición del matrimonio y se emprendió la búsqueda colectiva del niño o niña.

En 1994 el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH) de Mendoza envió a las Abuelas una denuncia anónima sobre una joven nacida en marzo de 1978 que apareció en el hogar de una pareja mayor de un día para otro. La joven, a pesar de haber sido inscripta como hija propia, sabía que no era hija biológica de quienes la criaron, pero nunca pensó en acercarse a Abuelas. La dificultad para reconstruir las huellas que el terrorismo de Estado borró impiadosamente, hicieron que el hallazgo de la hija de Gladys y Walter se demorara 21 años más.

A mediados del año 2009, la denuncia fue derivada a la CONADI para que pudieran investigar. El equipo que se ocupa de realizar las aproximaciones a posibles hijos de desaparecidos inmediatamente se puso a trabajar y fue así que en febrero de este año llamaron a la joven para informarle que se contaba con información que permitía suponer que ella podía ser hija de desaparecidos. La invitaron a realizarse el estudio de ADN y la joven accedió. El estudio se concretó el 16 de julio.

El 27 de agosto de 2015 el BNDG informó a la CONADI que la joven es la hija de Walter y Gladys.

La pareja permanece desaparecida.

 


 

Las Abuelas te buscan

 

Fuente: Abuelas de Plaza de Mayo

Preguntas frecuentes

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¿QUÉ PUEDO HACER CUANDO SIENTO QUE TENGO DUDAS?

Aquí, en Abuelas, somos un grupo de jóvenes colaboradores quienes atendemos estas consultas. Si querés comunicarte con nosotros completá el FORMULARIO para acercarnos tus dudas, o podés llamarnos a los números telefónicos de cualquiera de nuestras filiales o podés acercarte directamente. Lo que creemos conveniente es tener una entrevista personal para tener el espacio de una buena comunicación en la que podamos responderte a todas tus inquietudes. Para ello recomendamos que arregles una entrevista en el horario que más te convenga.

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¿SE PUEDE ENTERAR ALGUIEN DE MI BÚSQUEDA?

La búsqueda es absolutamente confidencial, y la información recabada durante el proceso de esta investigación es completamente reservada. Nadie podría enterarse que vos tenés esta duda por la que te acercás.

¿DE QUÉ SE TRATA ESA BÚSQUEDA?

El trámite de búsqueda podrá iniciarse desde aquí solicitando a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CoNaDI) -dependiente del Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos- el inicio de una investigación sobre tu origen. Esta investigación se desarrolla de manera absolutamente confidencial y reservada: primero se pide toda la documentación de inscripción de nacimiento a las dependencias estatales correspondientes con el objetivo de relevar los datos pertinentes para descartar la posibilidad de ser hijos de desaparecidos a la vez que -en la medida de lo posible- ratificar o rectificar las dudas que te impulsaron a acercarte.

Si por vía documental no resulta posible demostrar tu origen, la CoNaDI tiene la facultad de solicitar al Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG) -que funciona en el Hospital Durand- la realización de un análisis comparativo de tu ADN con los grupos familiares de desaparecidos que se conservan en el BNDG. Este análisis es gratuito y es usual su requerimiento puesto que la mayoría de las veces las inscripciones son falsas, es decir que no se cuenta con expedientes judiciales de adopción por ejemplo. Se trata de una medida para descartar la posibilidad de ser hijo de desaparecidos. Esto significa que del resultado de este análisis se podrá obtener el origen biológico en caso de incluir en un grupo familiar, o la inferencia de que no se trata de un hijo de desaparecidos en caso de que se excluya de todos los grupos familiares.

¿SI SOY HIJO O HIJA DE DESAPARECIDOS, TENGO QUE APARECER EN LA TELEVISIÓN?

Cuando las Abuelas logran restituir la identidad de alguno de sus nietos buscados durante más de 30 años, sacan un comunicado de prensa para compartir con la sociedad la alegría del reencuentro. Sin embargo, en este comunicado sólo se da información de la familia de origen, es decir de los jóvenes padres desaparecidos que dieron vida a este joven que vivió sin conocer esa historia. No se da información sobre el apellido con el que el joven vivió hasta ese momento, es decir con el que sería reconocido por sus allegados.

 

 

Mariana Herrera Rubia: “La identidad nos hace libres”

Escondida: un libro que milita el derecho a la identidad