En Mendoza, Luciano Supervielle dejó huellas guturales, en una presentación maravillosa de sonido, imagen y virtuosismo.

Crónica: Richard Quevedo
Fotos: Victoria Gaitán

A las cero en punto, apareció el uruguayo en la escena de El baile club. Tímidamente, como quien trae un kilo de expectativas, con la postura de un músico que acaba de empezar, saludando, con la forma de la reverencia al público que se acercó a verlo y escucharlo. Una velada íntima, pocas voces entre la gente, pocos ojos, pero mucha intensidad. Las puertas se abren en medio del humo artificial, las luces forman cinco círculos entre las teclas y el ejecutor. Supervielle suelta las dos primeras canciones para endulzar la noche y los oídos. Saluda y presenta, tal como una señal de algo invisible, a su reciente trabajo: “Suite para piano y pulso velado”

Todo el esplendor comienza a volar de oscuridad cuando la mixtura del pianista, DJ y tanguero se expande por el lugar, donde apenas una sola luz devela al artista y sus instrumentos. La pantalla proyecta a la par de las melodías negras, dulces, perfumadas, un paisaje ocre y gris que empieza a aparecer en el escenario y a desbordarlo. Las miradas alrededor son serias y alucinantes. Luciano se pone de pie entre canción y canción, imagen e imagen, entre el río de aplausos y gritos. Los rostros miran encandilados por un virtuosismo y carisma que ha mimetizado las dos orillas del Río de la Plata.

 

El agite prestigioso de la noche se empieza a compartir cuando Supervielle invita al escenario a otro hijo de Bajofondo Tango Club, el bandoneonista Martín Ferres, quien después de una seguidilla de canciones, acompañadas elegantemente por sintetizadores y programaciones electrónicas, riega el combo con sonidos de aromas más tangueros y rioplatenses. Interpretan el clásico de Bajofondo “Pulso Urbano” para hacer notar las primeras explosiones de los asistentes.

El principio del final está cerca y abre la puerta la canción “Miles de pasajeros”, potenciado, enorme, un rap-tango-electrónico delicioso, golpeando el umbral del camino contemplativo que ha empezado a andar el músico, pianista y DJ. Todo ese mundo es Luciano Supervielle: independencia, áspera melodía, dulce melodía… Los guturales sonidos tan propios, como capaces de demostrar que la vida fuera de Bajofondo existe y empieza a andar. Y Mendoza fue parte de esa huella.