La banda mendocina presentó el disco Fuerza Real, celebró sus diez años de vida y regaló al público un repertorio lleno de luces, amor y esperanza, para corresponder con creces a la escena del rock local.

Por Richard Quevedo
Fotos: Nawël Perez

El Teatro Independencia siempre puede ser un lugar certero y propicio para cualquier tipo de evento. Ahí prevalecen los ecos de la cultura mendocina e internacional, por ende las majestuosas paredes que encumbran el brillo y el color del lugar. También puede ser una cosa aventurera -y quizás en algunos momentos- de temer. A decir verdad, el tremendo laburo para poder plasmar la armonía, el color y la musicalización del sitio, conlleva jugar con el tiempo, la situación económica actual o la pregunta ¿para qué?

La respuesta a ciertas retóricas que aparecen en nuestras conciencias y en el mundo de hoy no son materiales, no tienen un feedback  que pueda contener explicación, quizás sean solo momentos que quedan guardados. O acaso el reggae es esa parte sobrenatural que hay que tener siempre al lado para no abandonar la lucha, aunque la realidad nos muestre lo contrario.

De a poco los ojos que vienen a presenciar el show de Surco Pando sobrepasan las puertas, con sensaciones de misterio y de abrazos. En el hall están exhibidos los cuadros del artista Andres Casciani, quien ha sido el ejecutor de diez obras del disco. El trazo inconfundible del dibujante se hace ver también en la pantalla gigante del teatro con la grandilocuencia de las imágenes que arropan a los asientos y a los que van llegando. Como en una cámara que se acelera paulatinamente, se ve cómo el teatro poco a poco se colma, y va siendo parte de la noche mágica, de un recorrido de diez años de espera y convicción en un proyecto que se acrecienta.

Suenan los primeros sonidos, los latidos se encienden con la intro que despega aplausos, sonrisas y lágrimas desde las butacas. El tridente elegido para embarcarse en la noche lo conforman Somos más, Todo para vos y Nuestra propuesta, con el carismático Pimienta, el primer invitado. “¿Surco Pando está en la casa o qué?, grita el guitarrista y cantante de Oye Primate y genera la primera explosión de la sala.

La lista sigue con Inspiración, con el Chino Adaro en el escenario, primer bajista de SP. Luego se engrosa el espectáculo con invitados, como Rober Ramos, primer batero de la banda, quien le da más poder a la noche y es ovacionado por el público en la interpretación de Salvaje.

La noche se calienta con los recuerdos imborrables de Señales y Huellas, la vuelta a la ruta del nuevo trabajo, y el aterrizaje de Marcos Longo (Grubbing Roots) en el bajo, para presentar Mi estilo, dejando la alfombra invisible para uno de los responsables del nuevo material: el Goy Ogalde. Invaden los recuerdos bebiendo con música y energía la Agüita del Challao, clásico de Karamelo Santo, y la fuerza del momento más amoroso del encuentro con la nueva Cómo explicarte.

La historia del rock en Mendoza ha quedado plasmada esta noche de jueves, donde todo parece una locura: presentar un disco, defenderlo por las calles con los carteles, con el boca a boca de la gente, para dar cuenta que temáticas como la guerra en Siria y el hambre de los pueblos no son ajenas. Por eso retumba el acústico de Miradas con imágenes en la pantalla que muestran el horror de las bombas y la niñez derrumbada en el país árabe. Todo ese condimento feroz y dramático reflexiona indefectiblemente con Un nuevo sol que afirma: “Si sigo hoy estando aquí por algo es tengo que seguir, ya todo cambiará, algo mejor está por venir…”, o el Para, piensa, con el elocuente momento de zapada con Jah Maro (Dubbstyle).

El escenario es una marea gigante de sonidos, luces, voces que cantan más alto y dan pie al momento más triste de la noche; el final, que aparece tímido y amenazante como siempre en estas veladas de amor y sonrisas. Surco Pando descansa unos segundos, toman el último impulso con la  fuerza de los que siguen creyendo en lo altísimo y brillante. La prolijidad y madurez de una banda dan en ese momento fragmentos de gratitud para ponerle lucha a la vida.

SP vuelve al escenario con la despedida en las manos. Quedan los últimos pasos para subirse a una noche perfecta y emocionante. Fuerza real y El camino se encargan de ponerle el clímax a los pulsos, simplificando esta historia con continuidad.

Subyace después del encuentro el trabajo de muchas personas que creen que hay otro camino, que se puede mirar con otros ojos a los sucesos cotidianos. Los que disfrutaron de un show único se fueron bordeando la senda de la vitalidad del ser. Esas mentes brillan de otra manera a partir de ahora, con una fuerza renovada. Trasciende la plenitud, lo REALista.

 

 

 

‘Al frente’, sonidos de resistencia