El imprescindible escritor, cineasta, pintor y músico mendocino y universal, Zuhair Jury, regresó a nuestra provincia. Invitado por el colectivo Cultura Somos Todos, convidó pensamientos y reflexiones en torno a la cuyanía, la militancia, la difícil sencillez y sus entreveros con el arte.

Texto: Negro Nasif | Fotos: Coco Yañez

Zuhair en La Bancaria | Ciudad de Mendoza

Ya hemos dicho en estas mismas páginas que bastaría con señalar que Zuhair y su hermano Fuad –mundialmente conocido como Leonardo Favio- son dos de los artistas esenciales de la cultura latinoamericana, y que el cine argentino quedaría manco de su brazo más hábil sin la existencia de estos mendocinos. Sin embargo, la transcendencia y vigencia de la obra de los hijos dilectos del pueblo cuyano, y lúmpenes en beligerancia contra la obstinación oligarca, sigue expandiéndose y nos obliga a seguir dando cuenta de sus vidas insoslayables.

Es que el mayor de los Jury retornó la semana pasada a Mendoza, invitado por Cultura Somos Todos. Zuhair visitó la sede del sindicato La Bancaria, el Zócalo de la Cuarta, la Casa de la Historia y la Cultura Juanita Vera de Lavalle y Los Altos Limpios de nuestro secano. EL OTRO acompañó al poeta, quien desgranó intensas imágenes, añoranzas y palabras. Algunas de ellas, sólo algunas, las compartimos junto a esta crónica fotográfica.

 

 

Sergio Giménez, secretario general de La Bancaria.

 

Zuhair y Nahuel Jofré.

Militancia

La militancia se parece mucho a la poesía, a la gran poesía. Aquella puede lograr superar lo común para transformarlo en un pasito más de lo común. Una de las cosas que más respeto del quehacer humano, de los oficios, de las profesiones y de las cosas que maneja el ser humano, en este paso fugaz sobre la tierra que es tan hermoso, es la militancia. Es un acontecimiento de acción suprema desde lo humano. Siento reverencia por los militantes, porque su misión contiene internamente lo sagrado, que es la preocupación por el otro. Esta preocupación por el otro, llevada con altura y dignidad, armonizado con lo que se profesa, que es casi un credo, se vuelve virtuoso, se vuelve respetable, y se lo designa líder de una idea a quien lo ejerce. La historia lo dice así, lo comulga así, lo declara así.

La militancia es lo superior.

Tiene la militancia que discernir constantemente sobre su situación, porque dentro de ella está la oportunidad de que la sociedad humana se mejore. Es un trabajo que, cuando se hace a conciencia, es inmenso y respetable, y execrable y deplorable quien se meta en estas lides con fines individualistas, que no tienen que ver con nada de la esencia de lo revolucionario y virtuoso. Esos son advenedizos que no sabían qué hacer con sus vidas y se metieron en algo por meterse, porque de pronto creyeron que eso era hacer algo, como quien cree que acaudalar dinero es ser algo.  

Esto es sencillo, no es tan laberíntico como pueden aparecer mis palabras en este momento al manifestarme. Quizás emplee unos giros excesivos, para algunos, yo los considero sencillos para mí.

 

Zuhair Jury y Polo Martí.

 

 

 

 

 

Sencillez

Es tan sencillo ser gente y qué difícil es ser gente, a la vez. No se dan cuenta que la existencia es fugaz. Al menos por eso respeten el suceso humanista, respétenlo un poco que es un chispacito. Vivámoslo con el agrado del abrazo más grande que podamos sentir, expresar o comunicar.

¿Cuesta tanto ser sencillo y humano? ¿Cuesta tanto no ser lacroso? ¿Persiguiendo intereses secundarios, temporales, materiales? ¿Persiguiendo oropeles exteriores cuando los oropeles, si es que existen, uno los lleva por dentro, y los puede derramar como semillitas? Por ahí algunas brotarán, por ahí.

 

El Zócalo de la Cuarta | Ciudad de Mendoza

 

 

Polo Martí, Zuhair Jury, Pupi Agüero, Marta Mantello y Nahuel Jofré.

 

 

Cuyanía

Yo divido entre cuyano y cuyanía. Ser cuyano es un acontecimiento geográfico, nada más que geográfico. El espíritu de ese suceso, el espíritu virtuoso de lo cuyano, lo contiene la palabra cuyanía. Uno puede ser cuyano y no tener cuyanía, si usted no siente la tierra, si usted no siente la conmoción ante las moles andinas, si a usted no lo conmueven los chipilcales ni los desiertos donde la población de esta región se fue nutriendo. Si usted no es eso, regionalmente es cuyano pero usted está vacío del espíritu que debería tener. Hasta la tierra le estuvo dando cosas y usted no las sintió, y esto es un absurdo existencial. Si esto ocurre, usted es un extranjero de su existencia, de su propia vida, y de su propia región. Estás muerto en vida, hermano.

 

Roberto Righi, intendente de Lavalle | Casa de la Historia y la Cultura Juanita Vera.

 

 

 

 

 

Zuhair y su esposa Marta Mantello.

 

Arte

¿Por qué estoy acá yo? ¿Cómo sucedió? Si mi hermano y yo no teníamos ni tercer grado y habíamos sido marginales, de sucesos hasta pesados. ¿Cómo transformamos los orfanatos, cárceles terribles, en maravillas de conocimiento? ¿Cómo terminamos haciendo algo con un asomo de merecimiento para la sociedad? Yo no me lo explico porque es muy mágico. Nada se ejerció para ser. Vino como una hada, un hado.

Mi madre, mientras hacía algún quehacer doméstico en una batea contra el murallón apuntalada en tuna, de muchachita, configuraba lo que en ese tiempo se llamaba cuadros filodramáticos, que cada barrio tenía. Estaba familiarizada con el teatro y la poesía, inclusive con la poesía española, porque su madre era de Navarra y manejaba algunos poemas del giro antiguo, del rústico español.

A los 38 años escribió una obra de teatro, una tragedia, que hablaba de algún lugar del campesinado español. El protagonista era un hombre de 58, 60 años, de las campiñas europeas, muy primitivo. Era un personaje fuertísimo. Mi madre le dijo a mi hermano que iba a ser el protagonista y, aunque él no conocía más que la existencia lumpen, la de un marginal, y no quería hacerlo, finalmente lo hizo. La obra se estrena en una colonia española de campesinos, en San Juan. Cuando termina, y mi hermano se saca el bigote, la barba, y ven que era un chico de 18 años, imberbe, que había interpretado a un temperamental, a un brazo de 58 o 60 años enloquecido de pasión que comete un suceso atroz, no lo pueden creer. Se ponen a aplaudir, y los aplausos no terminan nunca.

 

Roberto Righi y Zuhair Jury | Altos Limpios, Lavalle.

 

 

Righi, Jury y Gerardo Vaquer.

 

 

 

 

 

Después de la presentación de la obra de teatro en San Juan, mi madre dijo ‘las provincias le quedan chicas a este niño (por Leonardo Favio), vamos para la Capital’. Y para allá nos fuimos.

Yo en las noches, de nostalgia, daba vueltas hasta las tres, cuatro de la mañana para encontrar cansancio, sueño y dormir. Y luego, por nostalgias fuertes, fuertísimas, se me dio por narrar una historia, cuando yo nunca imaginé que me podía llegar a interesar escribir nada. Empecé a escribir un cuento que se llamó ‘El Cenizo’, un gallo de riña de un lumpen que vive de él. El cuento se llamó finalmente ‘El Aniceto’ o ‘Éste es el romance del Aniceto y la Francisca, de cómo quedó trunco, comenzó la tristeza y unas pocas cosas más…’

 

Zuhair, la existencia marginal

Seguirá la polémica por el mural de Favio

Que otra vez será…

“No sé si nosotros creamos a Luján o Luján nos creó a nosotros”

Imbéciles