Por Julio Semmoloni

Durante la turbulenta porfía cotidiana librada por el kirchnerismo para sostener su proyecto transformador, disputándole espacios de poder al resto anti-K, la más pertinaz calumnia levantada contra ese gobierno fue que el país había sido “aislado del mundo”.

Hostigaron a mansalva con el “sentido común” de los criollos colonizados, en obvio reclamo de sometimiento y dependencia al exclusivo y excluyente mundo que domina el poder económico global a través de Estados Unidos. Esta vez casi todo parecía resuelto en política internacional para el macrismo. Bastaba alinearse y seguir las instrucciones: Prat Gay y Malcorra venían haciendo los deberes. Pero Trump hace saltar la banca, y ahora los cholulos vernáculos deben improvisar como advenedizos, maximizando el riesgo de inestabilidad y decadencia que ya soporta el país.

A esta altura de los acontecimientos políticos iniciados el 10 de diciembre de 2015, se percibe con reiteración que el macrismo tiene un problema con los números. No es el típico problema del que se equivoca con las cuentas de las operaciones básicas de la aritmética. Los errores de esta índole pueden causar daños más o menos graves, aunque son susceptibles de corregirse a tiempo.

El problema del macrismo con los números es de concepción, es decir, del conjunto de ideas sobre un concepto expresado en número. Por lo tanto, si el problema con los números es de concepción y no porque comete equívocos al obtener un resultado, y si esa concepción refiere a un conjunto de ideas, a la formada opinión respecto de un concepto determinado, el problema del macrismo con los números (no hay otro modo de precisarlo) es ideológico.

Si el problema es ideológico, entonces resulta insoluble porque nunca será susceptible de corregirse a tiempo, ni siquiera de corregirse algún día. El macrismo tiene un problema incorregible con los números. Con lo cual ha instalado desde el gobierno la peor de las situaciones posibles: una situación que no es ni buena, ni mala. Simplemente (deja vu peronista mediante), es incorregible.

Aquel 10 de diciembre Macri profetizó con la consigna “pobreza cero” su más enérgica disposición de ocuparse del flagelo social que azota a los pueblos de esta parte del mundo. Como la predicción se produjo a los pocos minutos de su flamante mandato, no había transcurrido el tiempo mínimo necesario para interpretar, como Macri hubiese querido, la utilización de ese signo numérico nulo para cuantificar el resultado de su dedicación a combatir la pobreza.

A medida que pasaron los meses, Macri fue confesando con la naturalidad que le permite la concepción ideológica, que el cero puesto en su más categórica consigna puede estar a la izquierda o la derecha sin que se le mueva un pelo a su hermenéutica, porque se trató de una expresión de deseo efectista, de una mera contingencia de campaña.

Problematizado con los números como se advierte, el macrismo también ideó el “apagón estadístico” del INDEC por seis meses. La inaudita medida explica por sí misma el problema del macrismo con los números. Mientras sucedía dicho lapso, se conoció que la pobreza había aumentado en un millón y medio más de habitantes, pero el macrismo cuestionó la idoneidad de la fuente, tal vez por ubicar el cero de la consigna solamente a la derecha de la cifra obtenida. Los datos provenían de la Universidad Católica Argentina, cuya tendencia es furiosamente anti-K.

El Gobierno salió de inmediato a pedir paciencia para conocer el verdadero número que problematiza la realidad. Ya don Todesca concluiría con su ímproba labor, insospechada de toquetear cuentas como en tiempos de Moreno, y los datos inobjetables darían la certeza del número de pobres. ¡Ah, sí!, para no hacerse problema con los números, Macri adoptaría el porcentaje de pobres tomado seis meses después de asumir, como el parámetro correspondiente al punto de partida de su gestión: la “pesada herencia”.

Más adelante, con la mejor cara de técnico infalible, Todesca desasnó al país revelando que el 32,2 por ciento de los habitantes es pobre. El dato debe haber estremecido la ecuanimidad de los expertos de CEPAL, que desde 1991 miden la situación mediante el Panorama Social para América Latina, y últimamente comprobaron que la pobreza se había estancado en torno al 28 por ciento para toda la región. Si la Argentina ahora registraba por encima del promedio, cuando durante toda la década estuvo bastante por debajo, se imaginan los devaneos de los pobres técnicos del organismo continental para compatibilizar la medición macrista.

Si se quiere percibir mejor el problema del macrismo con los números, será conveniente observar los presagios de su más conspicuo funcionario en la materia, el ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat Gay. Intuyó en la campaña y lo refrendó en su debut devaluatorio de la moneda, que tras la eliminación del “cepo cambiario” y consiguiente suba espectacular del dólar, no se produciría incremento generalizado de precios corrientes, porque éstos habían subido de antemano en proporción a la cotización del dólar no oficial que dictaba el mercado. Con once meses en el cargo, parece conforme de que la inflación anualizada sea del 42 por ciento, al considerar frente a inversores en Nueva York que “el trabajo sucio está mayormente hecho”.

Queda expuesto entonces que el problema del macrismo con los números es conceptual porque es de índole ideológica. Manipula según el caso. El cero de la consigna por los pobres tiene valor nulo porque en ese caso lo prefiere a la izquierda para desligarse del problema. Y si después multiplica los pobres con artilugios, para esconder los que genera su breve gestión, pone el cero a la derecha de un tres, por ejemplo, abultando a conveniencia el porcentaje obtenido. Total, el FMI bendice estos procedimientos elogiando la “vocación de transparencia” del gobierno macrista.

El problema conceptual de índole ideológica con los números se confirma sin rodeos, y resulta incorregible a ultranza, dada la dificultad en que reincide el macrismo para concebir la consigna emblemática cifrada en 30.000 detenidos desaparecidos de la imprescriptible causa por Memoria, Verdad y Justicia. No entiende, no comprende el valor simbólico que subyace y a la vez trasciende la significación del número.

Por eso Macri desnuda brutalmente su ideología cuando, apremiado por una joven y hábil periodista, en la misma frase vomita: “No tengo idea si fueron nueve mil o treinta mil… (las víctimas de) la horrible tragedia que fue esa guerra sucia”. El negacionismo pervive en la ideología macrista, reacia a la política de Estado en materia de Derechos Humanos del gobierno anterior.

El precio (el costo) de “volver al mundo”, su condicionamiento más perverso, es precisamente el que acaba de describirse no sin ironía. El problema con los números del macrismo es la impericia del cipayo para conocer la realidad de su propio país. Durante el kirchnerismo esta gente se sentía como extranjera en su tierra. No mentían ni chicaneaban cuando desde los medios dominantes azuzaban conque estábamos “fuera del mundo”. La idea fija del colonizado aliena, enajena al portador.