OPINIÓN | Por Sindicato de Judiciales de Mendoza

En los últimos días unas treinta mil personas buscaron incorporar conocimientos jurídicos e información sobre la organización judicial para poder responder correctamente 80 preguntas en 80 minutos, todo ello en el marco de una selección muy severa de la que resultarán escogidos tan solo 200.

En otros tiempos, el ingreso a los puestos técnicos del Poder Judicial lo realizaba la propia institución, con sus propios desarrollos informáticos, pero ahora se decidió pagarle a una plataforma privada y generar gastos administrativos y financieros que bien pudieron ser ahorrados. El detalle no menor de la decisión es que el sueldo de bolsillo que percibirán es de 130 mil pesos, cifra que no alcanza para vivir y estar por encima de la línea de pobreza en Mendoza.

Disculpas si lo que aquí se diga resulte poco motivador, pero los que trabajamos desde hace años debemos decirlo: somos pocas personas haciendo el trabajo de muchas, ya que son al menos 600 los puestos de trabajo que faltan y van a ingresar a una carrera judicial que, en la práctica, no tiene normas claras; todo se resuelve en la discrecionalidad afectando el derecho de ascenso.

Y lo más grave: se parte de un salario por debajo de la línea de la pobreza, es decir ¡todo un proceso de selección pago para ingresar a la categoría de “trabajador pobre”! Esto en el marco de una injusticia salarial, en la cual un supremo cobra 17 veces más que nosotros y que ustedes, cuando lo recomendado, desde los organismos internacionales, es 6 veces como máximo.

La propuesta de la patronal es vivir un presente profesional sin futuro, acreditando casi en forma permanente una capacitación con salarios de pobreza. Es cierto que, en el último tiempo, muchos trabajadores judiciales han asumido voluntariamente realizar tareas de mayor jerarquía sin el cargo o la categoría correspondiente, los famosos cargos ad hoc.

Decía el jurista y voz crítica de Mendoza, Manuel Antonio Sáez, -sí, el mismo de nuestro Centro de Capacitación Judicial- que “la práctica de sostener promiscuamente lo bueno y lo malo, y el buen éxito que frecuentemente alcanza el apoyo del último, tienen forzosamente que hacerle perder con el tiempo hasta las nociones de lo justo y de lo injusto, convirtiéndose al fin en un ser del todo indiferente al ejercicio de la iniquidad, lo mismo que sucede con el médico que se familiariza tanto con las dolencias de sus pacientes, que al fin se hace insensible aún a los más agudos sufrimientos físicos de los hombres”.

Esta indiferencia, esta “naturalización de lo dado”, de las prácticas cotidianas sin normas claras ya es parte de la atmósfera que se respira en el Poder Judicial de Mendoza. Ojalá los ingresantes no cometan el error de asumir esta práctica promiscua de la que hablaba Manuel A. Sáez, y se sumen a la causa de los que defienden los derechos y dan la pelea por la dignidad del trabajo. Los estaremos esperando.

 

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