Entusiasmos excesivos.

Por Juan Pablo Barrera

Hace un tiempo leí un cuento de Fontanarrosa que me hizo acordar a esta historia.  El “Negro” contaba sobre una persona con vicios y adicciones que se iban superando la una a la otra y sorprendiendo al lector, en ese tono tan propio que tiene él en sus escritos y no amplio más para no “spoilear”.

Cuando me contaron lo del Cholo no me sorprendió por completo, hubo una primera sensación de sorpresa pero pasado unos segundos enseguida pensé:- ¡Y, sí! Era un buen compañero en la primaria pero desde pequeño mostró ciertas costumbres de entusiasmo excesivo. El tipo no llenaba un álbum de figuritas, llenaba 3. Pagaba más caro los paquetes, compraba las que le faltaban. ¿Bolitas? De a bolsas, en cantidades y variedad que no imaginaría ningún niño.  Era así con todo, del Family game tenía todos los juegos y no paro hasta tener la play.

Yo lo reencontré mucho tiempo después en un bar de acá a la vuelta, el que se prendió fuego, estaba con el Beto al que tampoco había visto hacía años. Ya a esa altura me había enterado por el Pela Gutiérrez algunas historias boludas: “que fumaba mucho, pero que el problema no era el pucho sino la bebida, primero el vino, después el ron y al final le dio por el gin. Pero decían que la historia estaba con la adicción al ibuprofeno, las tortitas raspadas y el Lexotanil”. Ahí es cuando dije me están contando el “cuento de Fontanarrosa”. Yo lo vi bien y la verdad no vi un tipo conflictuado con algunos consumos, lo vi prolijo, perfumado; no fumó ni un pucho, tomaba mucha gaseosa, mucha. Esa noche me contó que había estado laburando en una vidriería y recitó; no se bajó que concepto porque esa noche era yo quien ya iba por el segundo fernet; algo sobre la mitología griega y el fuego de Prometeo. También me llamó la atención que en el bolsillo de atrás del pantalón tenía una caja grande de fósforos.

Llevo 263 días sin fumar y recuerdo que alguna vez le conté a Jorge Luna (el Cholo) que cuando mi abuelo dejó de fumar andaba con un paquete de puchos en el bolsillo de la camisa, un atado a medio abrir. Él decía que los tenía ahí para convencerse que no podía perder contra “eso”. – Era como mirar a la cara al “rival” y saber que uno le podía ganar.- Sostenía el andaluz.-.

Cuando me enteré que el Cholo era el principal sospechoso de haber iniciado el fuego Ford Falcon de su suegro, no lo creí mucho, pero después cuando me contaron que probablemente estuviera involucrado en otros hechos más no me sorprendíó del todo. Era una  posibilidad que tuviera cierta tendencia a la piromanía. Dicen que todo empezó mientras jugaba con los fósforos a dejarlos pegados y en esa lógica que él tenía, todo fue creciendo. Otra versión dice que quiso ser bombero y no lo dejaron.   

Hace unos días me llegó una foto a mi celular de un número que no tengo registrado con el siguiente texto: “Estoy mirando a la cara al rival y todavía le estoy ganando”.

– No sé de cuándo será la foto y no sé si será del Cholo.- Eso le dije a la policía cuando cayó a interrogarme.-