Con una masiva marcha desde el nudo vial de acceso a la Ciudad de Mendoza hasta el denominado kilómetro cero, trabajadores y trabajadoras de viñas y bodegas cumplieron ayer con las 48 hs de una categórica huelga en reclamo de salarios equiparados a la canasta básica y el fin de la precarización laboral.

Por Redacción EL OTRO | Fotos: Coco Yañez

A pesar de la convocatoria a conciliación obligatoria comunicada por el Ministerio de Trabajo de la Nación, trabajadoras y trabajadores vitivinícolas de todo el país culminaron la segunda jornada del paro de 48 horas con un alto nivel de acatamiento y una masiva marcha en la capital de Mendoza.

El reclamo gremial se centra en un incremento salarial que equipare la canasta básica, jubilación a los 57 años y eliminación de toda forma de precarización laboral.

El salario actual de un trabajador de viña es de $27.557, mientras que el de un trabajador de bodega alcanza los $28.871, condiciones que las y los obreros y operarios ya habían denunciado a principios de febrero en carácter de autoconvocados y que las sucesivas negociaciones paritarias no lograron revertir.

 

 

De hecho, el paro fue decidido luego de que las cámaras empresarias ofrecieran un 30% de incremento en cuotas hasta febrero de 2022 más $4000 no remunerativos, muy lejos del pedido gremial de igualar la canasta básica, valuada hoy en algo más de $56 mil mensuales.

La contundencia del paro, que también incluyó bloqueos y manifestaciones en los principales establecimientos vitivinícolas, llevó al Ministerio de Trabajo de la Nación a convocar a la conciliación obligatoria por la premura en normalizar la vendimia, ya que los días que transcurren son claves para la industria. Sin embargo, los y las trabajadoras decidieron continuar con la huelga y dieron una demostración de fuerza con la movilización de ayer, sin precedentes recientes.

 

 

Las cámaras empresariales emitieron un comunicado expresando un enérgico repudio a “las acciones irregulares e ilegales en las que el paro se ha llevado a cabo”, denunciando “bloqueos ilegales de las entradas a los establecimientos vitivinícolas que impidieron el ingreso de uva en plena cosecha para la elaboración de los vinos, de proveedores y de trabajadores que querían cumplir con sus tareas”, que “constituyen una provocación innecesaria hacia sus colegas trabajadores (personal dentro y fuera de convenio) y un perjuicio económico enorme a las empresas que no pueden desarrollar su actividad”.

Pero más allá de la visión empresarial, lo cierto es que desde el Ministerio Público Fiscal y la Policía de Mendoza intervinieron en los ingresos a las bodegas, entre ellas el establecimiento de la familia Zuccardi de Maipú, donde el senador provincial del Frente de Izquierda, Lautaro Jiménez, denunció que la Fiscalía “llegó a defender los intereses de los empresarios y no quiso escuchar a los trabajadores”.

 

 

Por eso no llamaron la atención durante la concentración en kilómetro cero las reiteradas menciones a José Zuccardi, quien preside la Corporación Vitivinícola Argentina (Coviar) e intentó quebrar la medida de fuerza en sus establecimientos.

El reclamo de los y las trabajadoras se da en medio de la puja distributiva, ya que en contraposición a la lejanía de los salarios con la canasta básica solicitada, la industria vitivinícola aumentó su rentabilidad durante el año de la pandemia. Incluso circulan informes de especialistas que indican que los grandes conglomerados bodegueros tienen margen para aumentar salarios, ya que en algunos casos representan el 10% de sus ingresos, en medio de una espiral de rentabilidad creciente de la emblemática actividad mendocina.

 

 

Referentes gremiales destacaban durante la marcha de ayer la valentía y concientización de las bases, hartas de estas diferencias, calificadas como “extremas”. Ángel Colque, obrero de una finca de Maipú y uno de los dirigentes más locuaces, sentenció conmovido sobre las jornadas de lucha que “para nosotros es un sueño, porque muchos pensaban, en especial los empresarios, que éramos un puñado de boludos que los iba a asustar. Hoy pueden ver que somos un montón de compañeros. Somos muchísimos. Se acabó el ‘callate la boca’, el ‘si querés andate a tu casa’. Se acabó eso”.

 


 

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Por Cristian Martínez

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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