Deseos paracaidistas

Por Juan Pablo Barrera | Foto: Seba Heras

El mundo que vivimos nos da la posibilidad de “pedir deseos”. Una estrella fugaz, una pestaña, la primera estrella de la noche, los 3 del cumpleaños, las intenciones de año nuevo, las 12 uvas y algunas situaciones más que no recuerdo en este momento.

Uno entiende la necesidad del pensamiento mágico, o de la fe de pedir algo y por lo menos tener la esperanza dentro de la monotonía de ciertas rutinas, de la posibilidad de que algo nos saque del tedio de la repetición es sin dudas ya un deseo deseado.

Hace un tiempo escribí una muy breve crónica basada en hecho reales donde una de mis hijas me preguntaba ¿si los deseos se cumplían? Y yo respondía después de la duda que sí, que a veces si.  Y ella sin razón o motivo que permitiera el “pedir” me decía que iba a pedir tres, eso paso hace unos años.

Termino escribiendo otra vez sobre el deseo, mas bien mágico,  o elaborando una mínima historia porque hace unos días mi otra hija se paro delante mío con un “panadero” (así le decía yo cuando era chico), aunque los recuerdo un poco más grandes. Ella le dijo por el nombre que tiene la flor o la planta. – “Es un diente de león, Papá.” – Me dijo seriamente- y agrego: – “Sopla y pedí muchos deseos”. (Debo confesar que me intereso lo de “muchos”)

 Antes de soplar y pedir deseos me vino a modo de flashback cinematográfico: Estar en el barrio cerca de la primera montañita con unos amigos y mientras volaban las pelusas por el aire que no dejábamos caer, miramos alrededor y  estaba lleno de estos, los sacábamos y no pedíamos deseos- Unos amigos le decían: “paracaidistas” mientras soplaban y seguíamos el vuelo de alguna de las semillas con flor.  “¡Pero si nos habremos perdido deseos!”. Pensé.  

Entonces soplo con los ojos cerrados, pienso como 4 o 5, un par que se repiten siempre y otros que se renuevan. La sensación de que tal vez alguno se cumpla y por un momento la esperanza de que algo más puede cambiar en ese acto de fe. La sonrisa de mi hija ante cada uno de esos “panaderos” que encuentra,  que desprenden “paracaidistas”  ya es un justificativo valido y esperanzador de vivir en un mundo que nos de la posibilidad de “pedir deseos mágicamente”.

 

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