Un frágil postulado sobre el sufrimiento

Por Juan Pablo Barrera | Foto: Seba Heras

“Primero hay que saber sufrir…” dice el tango Naranjo en flor. Hace tiempo me pregunto en esta idea redentora que tiene el sufrimiento. Pienso en los sacrificios que se hacían a los dioses para tener buenas cosechas, por ejemplo, de las primeras tribus indígenas y quizás venga de ahí en ese ADN de la humanidad que pasa generaciones. O quizás las religiones que se construyeron a fuerza del miedo y esa promesa de que el sufrimiento te salva, sino miren todo lo que pasó Jesús para salvarnos a todos. Después pienso en la mentira de la meritocracia donde plantean la absurda idea de que el esfuerzo y el sacrificio traen recompensa sin tener en cuenta las posibilidades. Tantas cosas pienso…

El martes después de mucho tiempo me puse nervioso y sufrí con un partido de la selección, Argentina le ganó por penales a Colombia y jugará la final mañana, no jugó bien el equipo, estuvo cerca de perderlo. Repasando las redes todos hablaron de sufrimiento y de que la alegría que sentían era directamente proporcional al sufrimiento. Y ahí estaba otra vez esta idea de sufrir, que no queda otra que sufrir para después, siempre después, haya alegría.

Me niego a pensar que este es el funcionamiento que tengo, pero lo tengo. Así en la vida tantas cosas. ¿Y si hemos desarrollado un lado masoquista? Qué necesita del sufrimiento para sostener que esas pequeñas muestras de alegría con las que nos topamos son producto de este mecanismo perverso. Hablo en general para esconderme entre muchos.

Este texto tiene la excusa del fútbol para postular un pensamiento del sufrimiento, o quizás sea a la inversa.  A lo mejor si nos movemos un poco de esa idea redentora del sufrimiento nos permitamos más alegrías.

Espero que de una vez por todas empecemos a encontrarnos con las alegrías que tanto necesitamos. ¿Puede sonar todo esto como un deseo futbolístico para mañana? Puede. Pero puede también ser mucho más.

 

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