Terminado antes del final

Por Juan Pablo Barrera | Foto: Seba Heras

Tengo esa imagen al lado del mástil de la bandera en el que me animé y le dí una cartita en la mano, estaba tan nervioso. No íbamos al mismo grado, todo se reducía a los recreos. Hace unos años me la crucé de vuelta, la vida hace esas cosas o quizás sólo sea un pensamiento mágico. Yo no estaba en mi mejor momento, ella estaba radiante, no era la de la primaria, estaba grande como yo, pero seguía teniendo esa mirada, esos ojos que te derriten. La invité a salir, a tomar algo. La pasamos bien, prometimos volvernos a ver.

Y así fue, a las dos semanas nos juntamos otra vez, yo no dejaba de pensarla, pienso que ese momento de fragilidad me daba con ella cierta reminiscencia de fortalezas que yo creí perdidas. Nos gustamos y nos perdimos ya siendo adultos, esa revolución amorosa, el deseo, todo vino como una ola gigante en la cual nos dejamos llevar. Fue intenso.

Uso el pasado, para describir algo que aún no ha terminado, que insiste en ser presente. Debería haber un tiempo distinto que se marca entre el momento en el que algo ya pasó, ya tuvo su fin hasta que realmente ocurre, porque por un momento es un presente que no deja de ser pasado, o un pasado que está siendo presente.

Dicen que el enamoramiento dura unos seis meses con suerte, Acá duró solo dos, intensos, fuertes, pero solo esos 60 días, o a mí me duro ese tiempo. Ella tal vez siga en esa fase idílica, o nunca la tuvo, estoy convencido de que es muy fácil desenamorarse de mí. Estoy sentado tomando un café y pienso todo esto, siempre intento justificar los sentimientos con la razón, repaso en la cabeza qué puede haber pasado para esta sensación de final. Si lo pienso bien, no había visto lo frágil de esto para prolongarse mucho más. No me molesta su veganismo, aunque si un poco su idea de querer adoctrinarme o querer convencerme. Me gustan los animales, el amor desmedido por los mismos por momentos me parecía una barbaridad. Pero no creo que eso haya sido detonante

La verdad yo no me siento muy feliz con el presente laboral, la escritura está padeciendo mi falta de inspiración, la sensación de insatisfacción tal vez invadió todo y me di cuenta de este final que me duele, más duele que todavía no termine y así será hasta que se lo diga. Yo creo que la ruptura fue cuando ella compartió en Facebook algo así como el que es pobre es pobre porque no se esfuerza y no se que más del mérito.

Debería haberle preguntado, pero no pude, esperé que el remolino del amor siguiera, pero ya no fue lo mismo. Entiendo que soy un tipo de una generación melancólica, que tiene como cierta tristeza en la que, a veces, se sumerge, tal vez ahogado ahí sea yo el responsable de este final, es una paradoja ese “disfrute” de cierta tristeza y la búsqueda de ser feliz.

Le pido la cuenta al mozo, salgo del café, me acomodo el sobretodo a la altura del cuello y camino bajo este frío de otoño a la casa de Andrea para empezar a terminar esto que ya está terminado.

 

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