Sospecho finales.

Por Juan Pablo Barrera

Sospecho finales

Abro la heladera, buscando comer algo aunque no tengo hambre, se cae el almanaque imantado del almacén de la esquina. En la oscuridad me asusta un poco el sonido de algo que se rompió, se me hace imposible dormir, otra noche más, intento no hacer ruido para no despertarte. No prendo la luz, ya no me incomoda ver en penumbras.

Hace un tiempo mis ronquidos me trajeron al sofá cama, es incómodo, me duele la espalda por algunos resortes que se clavan en las costillas entonces busco posiciones contorsionistas que me afectan. Quizás el insomnio tiene más que ver con intentar dormir así, que con todo lo que pasa en mi cabeza, aunque la combinación de las dos es una bomba.  

Yo siempre sospecho finales, de alguna u otra forma los imagino, como me pasa con la muerte; así creo que un dolor en el dedo puede ser el indicio de que la vida se está por terminar. “Tan virgo” me dirías vos y tu astrología para principiantes. La psicóloga coincide con lo del signo pero hace hincapié en otras formas con las cuales veo el mundo.

Me siento en el sofá que en estos momentos es cama, distingo en la oscuridad cada lugar de este pequeño departamento y te extraño. Me levanto y camino lentamente a la pieza para verte dormir así como “modelando”, hasta cuando descansas. Apoyo las manos por la pared del pasillo.

Lo que no entiendo bien es que por más sospechas de final no vi venir el nuestro. Así exagerando algunos indicios de desacuerdos a los que atribuía cierto tono telenovelezco por crecer con Migré de fondo; no pensaba en la agonía de este amor. El dolor de que viéramos la misma realidad de una manera diferente, la sensación de vacío aún en la “supuesta” abundancia, Me enojo por no darme cuenta antes, podría repensar sobre realidades y presentes que no existen .Pero antes de analizar o teorizar me viene la sensación de implosión como esos edificios gigantes que se van destruyendo desde adentro, que caen hecho escombros y lloro otra vez.

La puerta está entreabierta apenas puedo ver, pero no estás, ahí caigo en la cuenta del sofá, de la oscuridad, del abandono propio, del insomnio. Ahí como limpiándome el polvo de los escombros recuerdo por qué no he vuelto a dormir en nuestra cama.

Vuelvo rápido y vencido al sillón que no es tal, me tapo hasta la cabeza, intentaré dormir una vez más y quizás me levante a ver que hay para comer en la heladera aunque no tenga hambre. Y esperaré nuevamente la mañana intentando dormir con la esperanza de poner en oferta el colchón y aunque me está doliendo un dedo no poner en venta lo que queda de mí.