Una trabajadora de la Municipalidad de Guaymallén denunció penal y administrativamente a Julio Ernesto Fiore, subdirector de Espacios Verdes de ese municipio. EL OTRO dialogó con Susana Lunardi, quien relató el infierno en que se transformó su vida, a partir de sufrir constantes acosos sexuales, hostigamiento, maltrato laboral, y permanentes amenazas de ser despedida. Las denuncias fueron radicadas en la Oficina Fiscal N° 8 de Guaymallén y en la Subsecretaría de Trabajo de Mendoza. Aunque el gravísimo caso llegó a manos del intendente Marcelino Iglesias, lejos de protegerse a la mujer, que se encuentra con licencia psiquiátrica debido a los daños que padece, se continúa agraviándola institucionalmente, con prácticas revictimizantes, como la suspensión desde hace dos meses del pago de sus haberes. Mientras la comuna se jacta mediáticamente de ser el primer departamento mendocino que cuenta con una ordenanza que prevé sanciones contra el acoso sexual en la administración pública, no la aplica en los hechos concretos y viola explícitamente la Ley nacional de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres. Desde el Sindicato de Trabajadores Estatales Autoconvocados (SiTEA) exigen la urgente exoneración del funcionario, y el pago inmediato de los haberes retenidos a la mujer que atraviesa una enfermedad profesional, provocada por Fiore y el poder patriarcal y violento que lo ampara.

Por Milagritos Contreras

Copia de la denuncia ante el Ministerio Público Fiscal | 18/3/2021 Captura

Hace 21 años, Susana Beatriz Lunardi comenzó a trabajar como administrativa en la Municipalidad de Guaymallén. Desde el 2017 comparte oficina con Julio Ernesto Fiore, jefe inmediato y subdirector de Espacios Verdes del Municipio.

Tras una serie de hechos aberrantes, Susana, con el apoyo de profesionales y la contención de su familia, denunció penalmente a Fiore en la Oficina Fiscal N° 8, ubicada en la Seccional Policial 25 de Guaymallén. El Ministerio Público Fiscal inició entonces el Expediente N° P-28065/21, fechado el 18 de marzo del 2021.

Municipalidad de Guaymallén Foto de archivo: Coco Yañez

De acuerdo con la presentación de la mujer, los acosos comenzaron en 2017 y luego se intensificaron, llegando a noviembre de 2019 a un empeoramiento del trato de Fiore hacia Lunardi, con aproximaciones físicas y compulsivas, tales como abrazos no consentidos y manoseos, además de palabras obscenas. Ya en los primeros días de enero del 2020 se produjo una de las conductas de abuso más graves por parte del jefe municipal hacia Susana, quien fue tomada por la fuerza y obligada a soportar un beso del agresor.

“Me invitó a un hotel para sacarnos el estrés

Izquierda: Marcelino Iglesias Foto de archivo: Coco Yañez

La vida de nuestra entrevistada cambió por completo, según relata a EL OTRO, ya que las consecuencias que sufrió la llevaron a iniciar tratamientos psiquiátricos con todo lo que ello implica: “’Venga que usted necesita un abrazo de hombre’; ‘venga que usted necesita quien la contenga y la voy a abrazar’, me decía Julio Fiore, con quien trabajaba en la Subdirección de Espacios Verdes, pero obviamente me resistía, porque para mí esa actitud, que no era común ni aceptada, me hacía sentir muy incómoda. Sin embargo, no me quedaba otra que disimular, ya temía perder mi trabajo, al ser una empleada administrativa y él un subdirector. También tenía miedo a que él tuviera una reacción, y que el rechazo de mi parte provocara alguna consecuencia”.

Cada vez que Susana ingresaba a la oficina de Fiore, él le pedía que cerrara el pasador de la puerta, para “tener privacidad”. “En el año 2018 fue como si hubiese enloquecido. Empezó a plantearme que, a pesar de estar casado, podíamos tener una relación, sin ningún compromiso, así como ‘para sacarnos el estrés laboral’. Inclusive me invitó a un hotel alojamiento. Luego me dijo que estaba enamorado de mí, y que por eso tenía esa necesidad de abrazarme, de querer estar conmigo. Aunque yo le dejé en claro que por él no sentía nada, e incluso le dije que estaba en pareja, porque ya tenía miedo de que continuara con esas actitudes. Pensé que al decirle eso me dejaría tranquila, pero no le importó, es más, me dijo: ‘Si vos estás en pareja, yo estoy casado, es lo mismo, es para desestresarnos’. Siempre me ponía cerrojo en la puerta, y es ahí donde aprovechaba para decirme obscenidades y sobrepasarse conmigo”.

Abuso sistemático de poder

Captura de pantalla | Twitter

El nivel de cinismo, manipulación y abuso de poder llegó a tal punto que Fiore empezó a hostigar a Lunardi por sus vínculos laborales con los capataces. Además, recuerda Susana que el acoso también iba dirigido hacia otras mujeres: “Su secretaria se quejaba, comentaba que estaba cansada. Él le decía que ‘estaba bonita’, y yo me mantenía callada, hasta que un día ella salió de la oficina de Fiore y nos preguntó a mí y a otras compañeras: ‘¿A ustedes no les pasa que Julio las abraza y les dice cosas?’ Entonces yo hablé, le dije que a mí me pasaba lo mismo, y las cinco mujeres presentes en ese momento reconocimos que nos habíamos sentido incómodas con él, en alguna oportunidad”.

“Al tiempo –sigue Susana- acordamos entre nosotras que dejaríamos pasar cinco minutos cuando nos llamara y que, ya estando en su oficina, íbamos a golpear la puerta o llamar por teléfono, para que la que estuviese con él pudiera salir. No recuerdo bien si llegamos a hacerlo, sí me acuerdo que cuando ingresaba a la oficina de Fiore a veces me hacía la tonta, y no ponía el cerrojo. Él se levantaba como un loco, aseguraba la puerta y me decía: ‘No, cerrá, que acá no se tiene privacidad, acá se mete cualquiera’. Lo cual era totalmente mentira, porque jamás entraba alguien sin golpear la puerta”.

Foto de archivo: Cristian Martínez

De acuerdo con el testimonio de la víctima, los abusos no sucedieron en el edificio principal de la Municipalidad de Guaymallén, sino en una dependencia ubicada en la Avenida Mitre 510, de Buena Nueva, donde todos trabajábamos hacinados en una casa adaptada que tiene orden de demolición, en una sala de cuatro por cuatro metros, con cinco escritorios para las administrativas, más el despacho del subdirector, y una pequeña habitación de dos por tres metros sin ventilación, pegada al baño de mujeres, en tanto que el baño de los hombres se encontraba fuera de ese lugar”.

“Cuando empecé a observar esas situaciones donde me llamaba para que me pusiera a su lado, cuando estaba en el escritorio, para que él viera un papel que yo le acababa de entregar, aprovechaba y me abrazaba. Me tenía así mientras me comentaba algo, o me hacía que viera Facebook u otras cosas que él estaba mirando”, afirma la denunciante, y agrega que “después de esa situación lo que hacía era ingresar a su oficina sin acercarme a él. Me paraba en frente suyo, a una distancia considerable, pero luego él hacía que me fuera a su costado para nuevamente abrazarme. Entonces, tuve que empezar a entrar a su oficina y sentarme directamente en la silla que estaba frente a su escritorio, así no tenía chance de acosarme, ni de estar tan cerca mío. Sin embargo, eso fue peor, porque Fiore se levantaba de su asiento, y al pararse delante mío la altura de su pantalón coincidía con la altura de mi cara. Ahí sentí mucho terror, me tocaba el pelo y eso me repugnaba. No sabía cómo salir de esa situación. Cuando me levantaba, él me agarraba y ahí no tenía forma de zafar, porque él siempre se interponía. Me seguía insistiendo en que debíamos tener una relación”.

Machirulos y ñoquis

Foto de archivo: Cristian Martínez

No sólo el ambiente que vivía la trabajadora administrativa era vergonzosamente machista, sino que además la violación de sus derechos era completa, ya que, abusando de posiciones de poder, la sobrecargaban de trabajo con tareas que no le correspondían, llevándola así a una constante explotación laboral. “Mariano Dellamaggiore, aunque sin nombramiento oficial, era el encargado de Personal en la Subdirección de Espacios Verdes, pero realmente no trabajaba y sus tareas terminaban recayendo en mí. Esta persona se la pasaba viendo películas, es más, recuerdo que llevó una placa madre para verlas en la computadora, y si no se la pasaba jugando a El solitario. Esto lo pueden confirmar obreros y capataces que lo vieron. Incluso Fiore, cuando pasaba al baño, lo veía, se reía y le decía: ‘Sí, vos seguí durmiendo que la Susana te hace todo el trabajo’”.

Resalta Lunardi que hubo “irregularidades” por parte de Dellamaggiore en su rol como encargado de Personal, por lo que terminaron suspendiéndolo: “Esto ocurre en noviembre de 2018. Al irse este señor, Fiore me dice que él lograría que yo ocupara ese cargo. Todo ese mes hasta diciembre estuvo convenciéndome de que gracias a él, que iba a hablar con el director, yo sería jefa de Personal. Tiempo después, él me abraza a la fuerza, me agarra la cara, me babosea y me besa. En ese momento justo golpearon la puerta y logré irme. Salí llorando de ese episodio. Fue tremendamente terrible para mí”.

Foto de archivo: Cristian Martínez

“Un día –prosigue la trabajadora- me crucé con el director de Espacios Verdes, Federico Perinetti, y me consultó si iba a tomar el puesto de encargada de Personal. Yo le dije que sí, que ya se lo había confirmado a Fiore. Pero el director me expresó que ‘Cacho (por Fiore) me lo está negando desde hace una semana’. Ante esto, Fiore se vuelve loco y me amenaza con que haría todo lo posible para que me dieran de baja. A partir de ese momento no entré más a su oficina”.

Hostigamiento laboral

Foto de archivo: Silvana Díaz Coppoletta

Al percibir el abusador que perdía poder sobre su víctima, luego de que ella evitara por completo ingresar a su oficina después del repugnante suceso, Fiore castigó a Susana, enviándola a la pieza más pequeña del edificio, que hacía años se encontraba con orden de demolición. “La oficina estaba al lado del baño de mujeres, el techo se caía a pedazos, tampoco el espacio contaba con ventilación. Pero eso no era todo, también tuve que padecer cuando el subdirector iba al baño de mujeres, abría la puerta y pedía a la secretaria o a mí que le pasáramos toallitas húmedas”, denuncia al borde de las lágrimas la trabajadora en la entrevista con este diario, y agrega: “de ahí no le hable más, el trato solo era entre el director y yo, él mismo me confirmó que ‘de ahora en más el trato va a ser sólo conmigo’”.

La llegada del covid modificó las modalidades de trabajo, aunque también es real que muchos empleadores o jefes se aprovecharon de las nuevas condiciones laborales. El caso de Susana no fue diferente, ya que según narra “no tenía tiempo ni para almorzar”. “Mi mamá pertenece a grupos de riesgo, a mí me tocó realizar el trabajo desde casa, pero habían tantos obreros con covid, muchos capataces que no sabían qué hacer porque no les informaban, y yo tenía que estar pendiente de ellos, porque nadie les decía nada, estaban perdidos, tanto el director como el subdirector no les atendían el teléfono. Entonces era lógico que ese peso recayera sobre mí, por lo cual trabajé el doble en la pandemia, y encima no me lo reconocieron económicamente”.

Foto de archivo: Coco Yañez

“Con el director –sigue la administrativa- hubo una buena relación laboral durante la pandemia, hasta que empecé a decirle que recibía muy malos tratos por parte del subdirector y que eso obstaculizaba mi trabajo. Desde entonces Perinetti cambió y empezó a tener otro trato conmigo”.

La licencia de Mariano Delamaggiore finalizó el 4 de enero del 2021, por lo que a Susana le correspondía tomarse su descanso anual: “Me dijeron: ‘volvió para cagarte la vida’ en complicidad con Julio Fiore. Este hecho me causó mucho temor de retomar el trabajo, sufrí ataques de pánico, crisis de angustia, por lo que el médico psiquiatra certificó que no me encontraba en situación de volver, y debía comenzar terapia psicológica urgente. Entonces, solicité a mi director, quien aceptó el pedido, tomarme parte de mi licencia anual. Comencé con terapia, que continúa hasta el día de la fecha, para tratar las consecuencias del acoso sexual y la violencia laboral y psicológica que había sufrido”.

Foto de archivo: Silvana Díaz Coppoletta

Al día de hoy la trabajadora toma medicamentos indicados por su médico para sobrellevar los hechos traumáticos que han marcado -y aún signan- su vida. Sin embargo, en lugar de recibir protección del Municipio, “hace dos meses que no percibo mis haberes, en este momento no cuento con obra social y eso me tiene realmente muy preocupada, porque ni siquiera he obtenido el alta psiquiátrica”.

Las arbitrarias irregularidades motivaron “que mi actual abogado Carlos Vega le haya enviado un escrito formal a Carlos Gatica, subdirector de Recursos Humanos del Municipio, para manifestarle formalmente la situación que viví, y exigirle que se me depositen mis haberes lo más pronto posible. Aunque al momento no hemos tenido ninguna repuesta por parte del funcionario”, señaló Susana.

Y la sororidad, ¿para cuándo?

Desde marzo de 2018, el Municipio de Guaymallén cuenta con una ordenanza que permite sancionar el acoso sexual en la administración pública. Sin embargo, la norma ampliamente publicitada por medios de comunicación financiados por el Municipio, fue de nula aplicación en este caso concreto.

“Hice la denuncia en la Fiscalía N° 8 y en la Subsecretaría de Trabajo, pero estaba sola, a la espera de que me llamara el director o el intendente. No sabía que existía el Área de Género en la Municipalidad de Guaymallén. O sea que el sindicato le avisó al director todo esto que había pasado y él no se comunicó conmigo. Después de la denuncia, según lo que me dice una compañera de trabajo que fue testigo, el director no podía entender o creer cómo después de un año yo hacía la denuncia. Y él hacía seis meses que ya lo sabía. También me enteré que mis compañeras de trabajo le dijeron al director tanto lo que les pasó a ellas como lo que me ocurrió a mí, pero él no hizo nada. Solamente contestó: ‘Hay que esperar, yo voy a esperar a que vuelva ‘Cachito’ a trabajar con nosotros’”.

La Ley Micaela 27.499 obliga a todas las personas que trabajan en los tres poderes del Estado Nacional a recibir capacitaciones en temas de género y violencia contra las mujeres. Si una persona se niega a la capacitación, debe ser intimada a recibirla. Si no cumple con la intimación, se considera falta grave y se puede aplicar una sanción disciplinaria. El Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad puede publicar en su página web la negativa a participar.

Aunque no la cumple, pero sí la difunde en medios de comunicación pautados, la Municipalidad de Guaymallén adhirió a esta normativa a través de la Ordenanza N° 9040/2020.

“Queremos que se lo exonere”

Foto: Municipalidad de Guaymallén

En diálogo con este diario, María Victoria Rodríguez, secretaria de Organización del Sindicato de Trabajadores Estatales Autoconvocados (SiTEA), denunció fuertemente a las autoridades del Municipio, por no brindar contención y apoyo necesarios en estos casos donde las mujeres somos violentadas cotidianamente: “A nosotras nos llega el caso de Susana por intermedio de un delegado nuestro de Obras Privadas de la Municipalidad, quien nos comenta que habían trasladado a un funcionario por abuso de una compañera. Inmediatamente me puse en contacto con ella para informarme de toda esta situación. Susana estaba muy afligida y en un momento me dijo: ‘Quiero ir hasta el final, porque este hombre se ha casado hace poco, su esposa tiene dos hijas adolescentes, conviven con él y es un tipo peligroso’”.

“Pedimos –continuó María Victoria- que ya mismo se renueven los haberes de la compañera, porque es una persona que todavía no tiene el alta médica por una enfermedad causada por el acoso y abuso sexual ocurrido en el trabajo, es decir: una enfermedad profesional. Pero no hay respuestas”.

Marcelino Iglesias Foto: Seba Heras

Con estas actitudes arbitrarias y sistemáticas, el Municipio viola todas las normas nacionales e internacionales que garantizan la protección de los derechos de las mujeres. En la misma sintonía que el gobierno de Rodolfo Suarez, a la comuna de Marcelino Iglesias no les importamos ni las mujeres ni las diversidades. “Queremos que se cumplan las leyes, conocer si los funcionarios han sido capacitados realmente en cuanto a la Ley Micaela, queremos que a Susana se le otorgue un lugar seguro de trabajo donde se encuentre protegida de este y de todos los abusadores que puedan existir en la Municipalidad. Y exigimos la exoneración de Julio Fiore, que no vuelva a pisar una oficina pública y sea condenado por la Justicia. Con la cantidad de muertas que tenemos por violencia machista, no es sano que un acosador y abusador esté trabajando en ninguno de esto espacios”, culminó la dirigenta de SiTEA.

En los hechos, el denunciado continúa impune, ejerciendo como funcionario de la Municipalidad de Guaymallén, encubierto por sus pares y las políticas patriarcales que caracterizan a la gestión radical. En cambio, Susana Lunardi, víctima del poder machista sin límites, hoy no cuenta con el salario que le corresponde, pese a estar bajo licencia psiquiátrica a raíz de los daños causados por Julio Ernesto Fiore y sus cómplices.

Inauguración del “Banco Rojo” contra la violencia de género. Foto: Municipalidad de Guaymallén.

Viejas y nuevas atrocidades en Guaymallén, bajo el amparo de la intendencia del hipócrita Marcelino Iglesias, el mismo que en noviembre de 2018, en el marco del Día Internacional de la no violencia contra la mujer, publicitó la inauguración del primer Banco Rojo del departamento, “como símbolo de esperanza para erradicar y concientizar a la población sobre esta problemática vigente”.

¿Y por casa cómo andamos?

 

 

IUSP: Violencia machista, hostigamiento laboral y silencio cómplice

Majul, el protector de violentos que banca a Barone

La abogada “feminista” que defiende a los violentos