En sus discursos de asunción, Javier Milei y Alfredo Cornejo coincidieron en la reducción drástica de la inversión estatal como única salida a la crisis económica. El presidente describió un horizonte inflacionario de 15.000% anual y más de 90% de pobreza, de no implementarse un shock fiscal que pase la motosierra, ya no sobre la casta política, sino a través de las cuentas públicas que garantizan derechos de millones de argentinos. “Naturalmente, eso impactará de modo negativo sobre el nivel de actividad, el empleo, los salarios reales, la cantidad de pobres e indigentes. Habrá estanflación”, sinceró Milei aunque profetizó que también “habrá luz” al final de un tortuoso camino que durará entre 18 y 24 meses. Por su parte, Cornejo asumió que el destino mendocino estará atado a la suerte del libertario, aunque sacó pecho: “Mendoza no solo no va a detener su inversión en obra pública, sino por el contrario la va a incrementar”.

Por Negro Nasif

Foto: Julián Álvarez | Télam

No es novedad que los triunfos electorales estén precedidos por crisis en el campo ideológico, por disputas culturales que responden a procesos más lentos y extensos que el febril calendario de los comicios.

Un conflicto político larvado ha sido finalmente expuesto en la expresión institucional del sufragio, que le puso un contundente 56% a la voluntad de transformación, una esperanza de mecha infinitamente más corta que la paciencia de los pobres.

Foto: Leo Vaca | Télam

El cambio aún está por verse y, aunque es prácticamente imposible predecir los comportamientos de una sociedad líquida y determinada por la inmediatez, se evidencia la integración de un matizado relato del nuevo oficialismo personalista, que parece alejarse definitivamente de la utopía anarco capitalista, para encallar en el pragmatismo neoliberal y su viejo truco autoritario de discurso único. Sentido común, a la manera de una ley natural que busca imponerse con la aparente lógica irrefutable de los circunstanciales vencedores.

En el plano económico, la corriente liberal vuelve a poner el foco en el mal llamado gasto público como enfermedad terminal del Estado, en el ajuste haciendo las veces de ineludible remedio, y en la terapia de choque, cual desfibrilador fiscal que -sin anestesia- debe conmover al cuerpo agonizante para reducirlo a su mínima expresión.

Foto: Florencia Downes | Télam

En su catastrófico diagnóstico inicial –siguiendo el manual Friedman– el flamante presidente Javier Milei sostuvo este domingo que “ningún gobierno ha recibido una herencia peor que la que estamos recibiendo nosotros” y, en consecuencia, anunció un tratamiento de shock que, por un lado, implicará “un ajuste fiscal en el sector público nacional de 5 puntos del PBI” y, por el otro, una “limpieza de los pasivos remunerados del Banco Central, los cuales son responsables de los 10 puntos de déficit del mismo”.

“A diferencia del pasado, (el ajuste) caerá casi totalmente sobre el Estado y no sobre el sector privado”, prometió el líder de ultraderecha, confesando entonces que no será la casta la víctima de su motosierra, como amenazó a lo largo de toda la campaña electoral, sino buena parte del pueblo argentino que, como es obvio, se beneficia directa o indirectamente de las inversiones del Estado.

Foto de archivo: Coco Yañez

Aunque no mencionó en toda su alocución la palabra dolarización, ni habló de dinamitar el Banco Central, Milei anunció el “fin de la emisión de dinero” y una consecuente estanflación que se prolongará durante la primera mitad de su mandato.

“Esta es la herencia que nos dejan: una inflación plantada de 15.000% anual, la cual vamos a luchar contra (sic) uñas y dientes para terminarla. El gobierno saliente nos ha dejado plantada una hiperinflación y es nuestra máxima prioridad hacer todos los esfuerzos posibles para evitar semejante catástrofe que llevaría a la pobreza por encima del 90% y la indigencia por encima del 50%. En consecuencia, no hay solución alternativa al ajuste”, sintetizó el presidente y sumó a su caracterización de la debacle a “los desequilibrios en tarifas”, la deuda externa, la precarización laboral, y la estrepitosa caída del poder adquisitivo del salario, que se traduce en “45% de pobres y 10% de indigentes”.

Foto: Eliana Obregón | Télam

“No hay plata”, insistió Milei de espaldas al Congreso y de cara a su fervorosa militancia que coreó esa inédita consigna. Tampoco alternativas, ni tiempos, ni gradualismos posibles. Para el presidente el shock es la única solución. “Naturalmente, eso impactará de modo negativo sobre el nivel de actividad, el empleo, los salarios reales, la cantidad de pobres e indigentes. Habrá estanflación”, reafirmó el mandatario, vitoreado de cerca por el shockeante ex presidente Jair Bolsonaro que, en solo cuatro años de gobierno, retrajo significativamente el PBI de Brasil, duplicó la inflación, incrementó la pobreza y avanzó sin freno en la deforestación del Amazonas.

Este “último mal trago para comenzar la reconstrucción de Argentina” será el comienzo de un camino que, como el malogrado túnel de la ex vicepresidenta Gabriela Michetti, tendrá luz al final, y un mientras tanto de prometida represión para todos aquellos que se nieguen a “abrazar las ideas de la libertad” y decidan protestar libremente en las calles.

Foto: Prensa Gobierno de Mendoza

No será este el caso del flamante gobernador de Mendoza, Alfredo Cornejo, quien transmitió su predisposición para colaborar con el Gobierno Nacional, tal como lo anticipó en su discurso de (re)asunción del pasado sábado: “Vienen tiempos donde la economía nacional tendrá pronóstico reservado, en medio de un contexto de dificultades y desafíos profundos que repercutirá en el día a día de las personas, de las empresas y también en la marcha de las administraciones públicas. Cualquier programa de estabilización serio conllevará enormes esfuerzos porque vivimos en un país que está técnicamente colapsado”.

En una provincia donde se consolidó la criminalización de la protesta social mediante el uso arbitrario del Ministerio Público Fiscal y las fuerzas de seguridad, para perseguir a los militantes y dirigentes desobedientes, Cornejo esta vez no blandió su rebenque y optó por hacer “una convocatoria amplia a la sensatez, al encuentro a través del diálogo y a la creación de consensos, que ponga al bien común por encima de los intereses sectoriales”. Todos eufemismos de un seguro agua y ajo, si prima la mansedumbre política y sindical opositora.

Foto: Prensa Gobierno de Mendoza

“Mendoza no solo no va a detener su inversión en obra pública, sino por el contrario la va a incrementar. Ahora es cuando se va a poder apreciar qué provincia hizo bien las cosas y cuáles han vivido del favor político ajeno”, se agrandó Cornejo en la Legislatura, pero inmediatamente signó el futuro de las y los mendocinos a la “estabilidad en las reglas de juego y la certidumbre sobre la evolución de las condiciones estructurales de la economía”. Presupuestos que deberá garantizar un presidente que, en una muestra de populismo mesiánico, confió la victoria de la mano invisible sobre Estado criminal, no en la cantidad de sus débiles seguidores, sino “en las fuerzas que vienen del cielo”.

In god we trust.

 

El perro de Milei